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CRITICA
Por: PACO CASADO
Taeko es una mujer joven que se divorció de Park, su esposo coreano, cuando tuvo a su hijo Keita, porque éste los abandonó.
Ahora está casada en segundas nupcias con su marido Jiro, con el que vive en un puerto costero japonés una existencia feliz con su hijo Keita de seis años que es todo un campeón en el juego del Othelo.
No obstante Makoto, el padre de Jiro, se oponía a ese casamiento, por tener un hijo de otro matrimonio anterior.
Pero durante el cumpleaños de Keita un día que debía ser feliz se convierte en trágico debido a un accidente sucedido en casa en el que Keita cae a la bañera llena de agua y muere.
Esto hace que el padre del niño, Park, al conocer la noticia por el periódico, vuelva a su vida, se presente en el funeral del niño, abofetee a Teiko y de alguna manera vuelva a estar presente en su vida tras largos años de ausencia sin saber nada de él.
A partir de ese momento Taeko se dedica a ayudar a este hombre que es sordo mudo.
No tiene hogar, le cuesta entenderse con las gentes, a Taeko le da pena y le ayuda a sobrellevar el dolor por la muerte de su hijo y la culpa por haberlos abandonado.
Una situación que el marido le permite a Taeko, aunque de alguna manera siente celos por ello.
Esta emotiva historia, inspirada o basada en una canción de Akiki Yano, nos invita a reflexionar sobre algunos momentos de la vida que resultan ser agridulces, sin embargo el amor y los recuerdos los trascienden para siempre.
Hay que considerar que el amor nos ayudará en todo momento a sobrellevar cualquier pérdida o cambio inesperado en nuestra vida.
Se trata de un melodrama japonés, realizado en colaboración con Francia, sobre esta pareja feliz en un principio que termina complicándose, que nos trae a las pantallas españolas la obra de este realizador nipón, Kôji Fukada, cuyas películas están inéditas en nuestro país.
En este caso nos llega este film marcado por una fuerte línea poética y emocional a la hora de tratar tan delicado drama familiar que resulta argumentalmente algo distinto a lo habitual en esta historia que explorar el estado vital de sus personajes.
La delicada puesta en escena es original, está resuelta con sabiduría y sensibilidad, sin llegar al melodrama lacrimógeno en el que se podía caer con facilidad.
Kôji Fukada es un director considerado en su país gracias a algunos galardones conseguidos por sus cintas como el Premio especial jurado en Cannes o el Leopardo de oro en Locarno.
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