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CRITICA
Por: PACO CASADO
Un tema que está de plena actualidad en estos momentos como es el problema que origina la energía nuclear cuando hay fallos en su uso y provoca un escape en las centrales, aquí se mezcla además con un género tan viejo como es el del terror.
En este caso el terror está encarnado por unos niños, que siempre son los representantes de la inocencia pero que, como en este caso, son manipulados y se transforman en emblemas del horror y la muerte.
Un escape de gas radioactivo de una planta nuclear alcanza a un autobús escolar del tranquilo pueblo de Ravensback, convirtiendo a los niños en asesinos zombis atómicos.
Como consecuencia cada vez que los chicos tocan a una persona ésta sale ardiendo y mueren.
La forma de diferenciar a estos pequeños del resto, es el color negro que adquieren sus uñas y por tanto, la única manera de vencerlos es cortándoles las manos.
Todo se inicia cuando ocurre el fallo antes apuntado que origina un escape de un central nuclear.
La nube radioactiva parece que únicamente afecta a ese grupo de alumnos que viajan en el autobús escolar.
Todos los niños quedan transformados así en una especie de pequeños zombis vivientes que se les conoce por el color que adquieren sus uñas de las manos que al abrazar a los mayores éstos quedan carbonizados.
El tema tiene bastantes fallos y su explicación huelga, brillando por su ausencia.
Parece como si los guionistas Carlton J. Albright y Edwad Terry no hayan querido entrar en más explicaciones y dan por sentadas las bases.
Todo es muy convencional y sin una razón mínimamente coherente.
La película se nota que posee un corto presupuesto, con una nómina de actores prácticamente desconocidos, y pocos medios para la realización, lo que origina que dé la sensación de que se ha rodado muy deprisa y sin el más mínimo cuidado.
Por otra parte el trabajo del director Max Kalmanowicz, realizador desconocido, al menos para nosotros, que procede del campo del sonido que debe ser su ópera prima como director, es bastante escaso, tratando siempre de provocar el suspense con los conocidos, gastados y archisabidos métodos de costumbre sin aportar nada que sea original.
La música tiene momentos en que parece copiada de un tema compuesto por Bernard Herrmann.
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