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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando en una película se logra que transcienda al espectador lo que los actores han sentido a lo largo del rodaje con la incorporación de sus personajes, creemos que se ha conseguido buena parte de la intención de los autores a la hora de escribir el guion y de poner la historia en imágenes.
Un buen ejemplo de ello es este film en el que casi sin argumento, con una simple línea maestra, logra contarnos algo que transciende más allá de la simple anécdota.
Dos monjes de un pequeño convento de clausura, casi en ruina, Fray Liborio y Fray Clemente, que vivían tranquilamente en él, se ven desamparados por la muerte del anciano y paternal abad que les tenía acogidos.
La familia de Fray Clemente ha estado escribiéndole cartas durante años, pero al lego, un inocente de treinta años, no se las entregaron, y al descubrirlas y leerlas, Fray Liborio descubre que el muchacho es hijo natural de un terrateniente extremeño y le parece que ir a sus fincas en busca de una posible herencia, es el mejor objetivo que tienen en la vida, y ambos se ponen en camino.
Deciden salir de allí tras la muerte del abad, uno de ellos es un pobre e inocente hombre, introducido en el mismo desde que era pequeño, que no conoce el mundo y que se asombra por todo lo que ve al salir al exterior.
El otro es todo lo contrario, un pícaro redomado que fue a parar allí huyendo del mundo y para evitar que lo mataran sus perseguidores.
Los dos se ponen en marcha hacia la provincia de Extremadura.
Por el camino nos iremos enterando de la catadura de uno y de otro a través de los diversos pasajes que van a vivir con la hija del pícaro, su amante, su cuñado, un desesperado suicida al que le salvan la vida o un pequeño altercado con el ejército, hasta llegar al punto de su marcado destino.
Así uno descubre el mundo, el sexo, el amor, mientras que el otro vuelve a él.
José Luis García Sánchez lleva la cinta adelante con desenvoltura y naturalidad.
Introduce algunos chistes privados, como la parodia de 'Los santos inocentes' (1984), con algún pequeño bache y alguna redundancia al final en la interpretación de varios papeles a cargo de Juan Echanove, que le dan ocasión de demostrar su amplio espectro actoral en este sentido, pero de lo que abusa el guion pensando que tiene gracia, como igualmente no sabe cómo terminarlo.
Son quizás los pequeños lunares en una obra plagada del humor negro de Rafael Azcona, hallazgos interesantes, una estupenda interpretación de los dos principales protagonistas, Juan Echanove y Juan Luis Galiardo, sin olvidarse de Rosa María Sardá y sin desentonar la joven y guapa Neus Asensi, como igualmente los buenos secundarios en sus breves intervenciones.
Una divertida película que hubiera merecido mejor fecha de estreno y a la que deseamos la mayor de las suertes en su participación en la sección oficial del Festival de cine de Montreal 1995 para la que ha sido seleccionada.
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