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CRITICA
Por: PACO CASADO
Aldonza Lorenzo, la joven y hermosa moza de la venta del Toboso sueña con un caballero andante como Don Quijote, que la defienda y libre batallas por ella.
Inesperadamente, la suerte le hace llegar una carta de la mano de Sancho Panza, el escudero del loco caballero Don Quijote, que le pide se reúna con su amo y señor.
A partir de ese momento la huérfana Aldonza adopta la identidad de Dulcinea, el personaje cervantino.
Pero su llegada coincide con la muerte del viejo loco y ahora, infundida por los deseos de su amado, la bella Dulcinea se lanza a los caminos repartiendo amor y caridad entre los pobres.
La falsificación de moneda está penada como igual debería estar esta Dulcinea (1961) que de alguna manera falsifica la obra de Cervantes y en cambio se le otorga el premio del Sindicato del Espectáculo.
El guion está basado en la obra del escritor francés Gaston Baty, estrenada en París en 1938, inspirada en la novela cervantina.
Esta Dulcinea (1961) resulta realmente inverosímil tratando de copiar a 'El séptimo sello' (1957) de Ingmar Bergman en algunos aspectos.
Varias secuencias casi integras reflejan el aura del gran realizador sueco.
La procesión cantando el Dies Irae en medio de la peste, la danza de la muerte tras la carreta, el diálogo en el bosque y sobre todo la tortura y la quema final de Dulcinea, insultan la sensibilidad del espectador.
El Don Quijote del ingenioso hidalgo Don Miguel de Cervantes es uno de los monumentos de la cultura y el arte humano.
El fascimil que nos ofrece Vicente Escrivá es un empeño menor, un tanto snobista, una sombra de la gran figura cervantina.
Aunque la España del siglo de oro no estaba tan limpia que no pudiera dar motivos para la creación de la novela picaresca, no hay en toda la obra de Cervantes, El Quijote incluido, motivo alguno para ofrecernos esta España de Escrivá que mezcla la siniestra brujería con las prácticas sanitarias.
No obstante en la película hay cosas rescatable, como esa carta en la descripción de Dulcinea y el fragmento del retablo de Maese Pedro en el que sentimos una violenta nostalgia del genio impar e imperecedero del Príncipe de las letras españolas.
Giovanni Fusco compone una partitura estimable en general, mucho más interesante en el aspecto musical, llena de valores experimentales, que en el aspecto funcional.
Los decorados de Alarcón son excelentes y ponen de relieve la ineptitud de Escrivá que no les saca partido.
Buena la fotografía de Godofredo Pacheco en blanco y negro que una gran belleza que se convierte en protagonista.
En cuanto a la interpretación internacional es una colección de despropósitos.
Millie Perkins nunca da el papel de la aguerrida y muy ducha en salar cochinillos que pudo ser Aldonza Lorenzo, ni tampoco la Dulcinea idealizada de los sueños del inmortal caballero.
Cameron Mitchell, supuesto peregrino a Santiago, lleva la misma caracterización y el vestuario de su último film de vikingos.
Folco Lulli nunca es el Sancho Panza castellano y el resto de los tipos son tópicos y sin naturalidad.
En definitiva no exalta los valores patrios y le hace un flaco favor a nuestra obra máxima de la literatura.
Premio del CEC a mejor película. Premio del Sindicato Nacional de Espectáculo al mejor film, dirección, fotografía y a Antonio Garisa como mejor actor de reparto.
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