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CRITICA
Por: PACO CASADO
Los herederos de una gran mansión son convocados por Don Fernando, un extraño notario, para leerles las últimas voluntades se su fallecido para Don Arturo Viaplana, que figuran en el testamento del difunto, que los emplaza a una última y absurda broma.
Los cinco fracasados hijos son Arturo, Jorge, Eduardo, Mónica y Paula.
Arturo es un empresario que no está en su mejor momento; Mónica es una mujer a la que su marido la engaña con otra; Jorge es escritor y ha tardado seis años en escribir una novela; Paula está traumatizado por un asunto laboral y se está medicando y a Eduardo no se le conoce oficio ni beneficio.
Para ello tendrán que enfrentarse a un gran juego orquestado por su fallecido patriarca que pondrá al descubierto algo más brutal que su ambición, el secreto mejor guardado de la familia, con respecto a su apellido.
Aquellos que no quieran participar en ello podrán marcharse y quedarán descalificados y por tanto desheredados, dando así a entender que no están interesados en la gran mansión que es el objeto de las disputas, ya que unos quieren venderla, en cambio otros desean convertirla en un negocio para turistas y sin embargo otros quieren reformarla para poder pasar los fines de semana.
Lo cierto es que no se acaban de poner de acuerdo, pero ninguno quiere renunciar.
Por otra parte han de descubrir en qué lugar está el cadáver y dónde desea ser enterrado y hay un plazo para ello y es el amanecer del día siguiente o de lo contrario perderán la mansión.
Finalmente se pondrá al descubierto el gran secreto del pasado del apellido.
Todo el argumento de esta historia consiste en la múltiples peleas que se suscitan entre ellos corriendo todo el peso interpretativo en Fernando Cayo, Goya Toledo, Vito Sanz, José Manuel Poga y Carla Nieto como los hijos y Fernando Tejero incorporando al abogado,
Además están las breves intervenciones de Manolo Solo y el veterano Manuel Zarzo en el papel del padre que aparece como un fantasma y nos llama la atención la desconocida imagen que nos da en este caso Fernando Tejero en el papel del notario.
La dirección corre a cargo del malagueño realizador Chiqui Carabante que hace con éste su tercer largometraje en el que nos da la impresión de que no ha sido capaz de poner orden y deshacer el entuerto que se forma con tantas discusiones, búsqueda y peleas entre los miembros de los herederos, en esta especie de macabra comedia negra coral, en la que todos se tiran a matar, no en el sentido estricto del término, aunque no se apuñalen por la espalda, los miembros del clan de los Viaplana, entre los que surgen algunos momentos divertidos, los menos, por lo que los guionistas no alcanzan el nivel deseado, ni tampoco el final resulta satisfactorio para el espectador en general.
Premio a la mejor fotografía en el Festival internacional de cine de Alicante.
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