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CRITICA
Por: PACO CASADO
La historia del cine está repleta de películas de encargo que los directores supieron asumir unos con más aciertos que otros. José Luis Garci aceptó el reto de hacer un film con motivo del bicentenario del 2 de mayo de 1808 que le encargó la Comunidad de Madrid que se convirtió en productora y así surgió 'Sangre de mayo' (2008), inspirada, según se dice en sus créditos, en dos de los Episodios Nacionales de D. Benito Pérez Galdós La corte de Carlos IV y El 19 de marzo y el 2 de mayo.
Lo que se cuenta en la cinta es aquella gesta en la que el pueblo de Madrid hizo frente a las tropas de Napoleón que, con la excusa de cruzar las península para invadir Portugal, pretendían quedarse, en un momento de debilidad de los reinados de Carlos IV y su sucesor Fernando VII "el deseado".
Para ello elige, con su guionista habitual Horacio Valcárcel, el personaje de Gabriel Araceli, que le servirá de hilo conductor de los hechos históricos que laten de fondo de esa época.
Gabriel es un joven de ascendencia humilde, enamorado de Inés, que vivirán el motín de Aranjuez contra Godoy y posteriormente la revuelta en Madrid del famoso 2 de mayo de 1808 para terminar con los fusilamientos de la Moncloa.
José Luis Garci vuelve a tomar como base a D. Benito Pérez Galdós, y como ya hizo con 'El abuelo' (1998), se toma algunas libertades insertando una historia de amor, de sentimientos, de amistad y de lealtad entre los hechos históricos.
En las escenas intimistas y la dirección del estupendo reparto es donde se encuentra más a gusto, estando más incómodo y torpe en las secuencias de las batallas y los enfrentamientos callejeros.
Destaca el trabajo de la pareja protagonista y la formada por Miguel Rellán y Tina Sáinz como los hermanos Mauro y Restituta Ridruejo.
La película arranca con un prólogo demasiado largo que aprovecha los títulos de créditos, narrado por Garci, para situarnos en la época y presentarnos al protagonista que hará de lazarillo por las plazas y callejas madrileñas, con recadero de una artista, de confidente de una marquesa y así entrar en contacto con los corrillos de enredos y trajines de la corte y las conspiraciones taberneras del pueblo cuyos personajes a veces se pierden en la coral maraña social, siendo algunos sólo episódicos.
Entre tanto el protagonista va descubriendo cómo la codicia política puede destruir el espíritu de los hombres.
Subyace la idea de aprender de los errores del pasado.
En este fresco histórico, concebido como una miniserie de tres episodios, hecho con un cierto ritmo lento y algo teatral en algunas ocasiones que puede cansar al espectador que entre tanto se deleita con la recreación de los excelentes decorados de Gil Parrondo, el lujoso vestuario de Lourdes de Orduña, llevado a cabo con una buena factura técnica, notable fotografía del argentino-brasileño Felix Monti y la música del sevillano Pablo Cervantes que versiona piezas de la época o pone brillantez en el fragmento dramático de la batalla.
Premio del CEC a la mejor fotografía.
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