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CRITICA
Por: PACO CASADO
Película típica del director Billy Wilder y representativa de su estilo tan peculiar de realizar cine.
Una vez más como ya ocurría en anteriores producciones como en 'Irma la dulce' (1963) o 'Con faldas y a lo loco' (1959), entre otras, estamos ante unos personajes frustrados que intentan triunfar por los medios que sean, utilizando para ello la influencia de otros que ya lo consiguieron con anterioridad.
El sentido moralista de Billy Wilder nos viene a decir que eran más puros y felices en su situaciones primitivas que ahora.
Esta historia comienza cuando Orville Spooner, un profesor de piano que trata de vender una canción que ha compuesto a Dino, un encantador y famoso cantante de Las Vegas, que acaba de llegar a la ciudad para repostar gasolina, camino a Hollywood para actuar en una próxima producción cinematográfica.
Como siempre, Billy Wilder utiliza la comedia y el humor como catalizador de unos sentimientos y unas situaciones como a él siempre le gusta.
Sus personajes son esperpénticos, exagerados, pero siempre están basados en una realidad indiscutible.
En esta ocasión estamos ante un compositor de provincias, celoso y fracasado, que pretende subir a costa de un cantante de gran éxito.
Al final lo logrará a costa de su esposa, Zelda, antes tan bien guardada y ahora utilizada como cebo para conseguir alcanzar el triunfo.
Como contrapunto está la figura de Betty, la camarera de carácter alegre que ocupará el papel de su esposa para lograr conquistar al cantante.
En este juego de suplantaciones, de cambio de papeles prostituta / esposa, carga Billy Wilder toda su amargura y su crítica al encasillamiento y convencionalismo imperantes en nuestra sociedad actual.
Por eso además de ser un film divertido, es una obra primitiva a pesar de sus decaimientos de ritmo y sus poco logradas escenas musicales, Billy Wilder consigue en ella transmitirnos su mundo y su visión, su opinión lúcida de la sociedad norteamericana de hoy, demasiado arrimada al oportunismo y a las apariencias.
Con una gran interpretación de Ray Walston, que sustituyó a Peter Seller tras darle un infarto, y un trabajo de Kim Novak muy en la línea de Marilyn Monroe, mientras que Dean Martin, en el papel de Dino, no hace más que interpretarse a sí mismo, en tono de parodia.
Esta cinta merece contemplarse como representativa de un autor de los que, indudablemente, tienen su propio universo y saben además, expresarlo acertadamente en la línea de la mejor comedia norteamericana de todos los tiempos.
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