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CRITICA
Por: PACO CASADO
A veces se tiene la solución a un problema delante de los ojos y sinembargo y no lo vemos.
El cine de terror está harto de inventarse criminales en serie, con máscaras o a cara descubierta, y no se había dado cuenta de que el mayor asesino es la muerte, en abstracto, sin tener que representarla de ninguna manera.
Esto es lo que hizo Destino final (2000), en la que un joven la burlaba al bajarse de un avión junto a otros compañeros que momentos después estallaba en el aire, pero que terminarían cayendo bajo su guadaña de otra manera.
El éxito y la rentabilidad de aquella película sin pretensiones movió a los productores a esta secuela en la que se vuelve a repetir el mismo esquema, pero en otras circunstancias.
Una chica intuye un accidente múltiple en una autopista y tratará de evitarlo, pero todas aquellas personas que vio morir en su visionaria imaginación irán cayendo una tras otra de la forma más horrorosa.
Lo que no tiene este film de original al repetir el mismo esquema, ideado por Jeffrey Reddick, lo posee de inventiva a la hora de fabricar las distintas maneras de morir o la excelente secuencia del accidente múltiple inicial, extraordinariamente rodado, con un gran ritmo y una fuerza impactante que hace pensar que será una gran cinta, pero pronto nos decepciona ya que vuelve a ser lo de siempre, una muerte tras otra en la que sabemos hasta el orden en que irán cayendo todos.
Cuenta con unos efectos especiales muy conseguidos e ingeniosos y espectaculares formas de morir, un incremento de los elementos de acción y de miedo con respecto a la primera.
No es de extrañar que lo mejor se encuentre en ese inicio ya que David R. Ellis es un especialista en segunda unidad y en segundas partes, ya que se inició en la dirección con 'De vuelta a casa 2' (1996) y ahora nos ofrece otra segunda parte.
A los actores no se les pide más que den el tipo.
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