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CRITICA
Por: PACO CASADO
Las producciones medias españolas de las últimas temporadas están experimentando una acusada mejoría.
Esto no quiere decir que los guionista y directores en general hayan aumentado de repente su inspiración o un mayor deseo de producir un impacto en los espectadores, pero sí apreciamos una mayor calidad, sobre todo en que se refiera al apartado técnico.
Porque si bien los artistas no se forjan, sí es imprescindible el aprendizaje para aquellos cargos secundarios de tipo técnico que intervienen en la realización de las películas.
Y ciertamente esto son los que han mejorado.
Los films tienen una mejor fotografía, mayor técnica en la iluminación de los planos, la banda sonora resulta más acorde con las imágenes de lo que se reproduce y mejor corrección y acierto en los montajes.
Siguen fallando los actores por la excesiva influencia teatral como en este caso le ocurre a José Bódalo.
El inspector de policía Mario es el encargado de investigar y descubrir al asesino de un compañero, muerto en acto de servicio, cuando perseguía a una banda de traficantes de drogas.
Pero éste cae en la tentación de una pasión prohibida que le llevará a olvidarse de sus deberes profesionales, al robo y la muerte de un hombre que se interpuso en su camino.
Mario es un policía muy estricto en el cumplimiento de su deber, pero cuando en el transcurso de esa investigación conoce a Elsa, una atractiva mujer muy acostumbrada al lujo, no duda en traspasar los límites de la ley para poder continuar con ella.
Se trata de un relato convencional, aún dentro del género policiaco que no carece, a pesar de ello, de cierto interés ya que está desarrollado con buen criterio cinematográfico, y con el dinamismo que requiere este género.
La interpretación resulta simplemente discreta de los actores que parece que se han especializado en esta clase de cintas.
En líneas generales El salario del crimen (1964) no pasa de ser una película discreta, que pertenece al cine negro que se hace en estos momentos en Cataluña, con una intención propagandística y edificante.
Lo más endeblito es el guion que se salva por una aceptable dirección de Julio Buchs que en este caso supera lo standard habitual en el cine español.
De los intérpretes la mejor Françoise Brion, Arturo Fernández en la cuerda floja, entre lo equivocado y lo discreto, y vulgares los restantes intérpretes.
Premio del Sindicato Español del Espectáculo al mejor film.
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