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CRITICA
Por: PACO CASADO
La presentación de 'Cerrar los ojos' (2023) en el Festival de cine de San Sebastián ha servido para que su director, Víctor Erice, recogiera el Premio Donostia a toda su carrera y a continuación ha hecho presencia en las carteleras españolas, tras llevar más de un mes en los cines franceses con gran éxito.
Ha sido seleccionada por la Academia del Cine Europeo para competir por sus premios, y comenzará su circulación por un gran número de festivales internacionales.
Antes pasó por el Festival de Cannes, fuera de concurso, donde fue aclamada por el público y la crítica.
Con esta película se cumplen los cincuenta años del primer largometraje de Víctor Erice 'El espíritu de la colmena' (1973), que con este motivo también se repone, que le valió la Concha de oro, al que siguió 'El sur' (1983), y treinta años después de 'El sol del membrillo' (1992), que fue aclamado como el mejor film de la década.
El director Víctor Erice a sus 82 años hace su cuarto largometraje con Cerrar los ojos (2023) que cuenta con un ritmo lento y parsimonioso la historia de la desaparición de un célebre actor español, Julio Arenas, durante el rodaje de La mirada del adiós, que debido a ello quedó inconclusa.
Aunque nunca se llega a encontrar su cadáver, la policía cree que ha debido sufrir un accidente al borde del mar, donde se encontraron sus zapatos.
Muchos años después esta especie de misterio regresa a la actualidad, debido a un programa de televisión titulado Casos sin resolver que nos recuerda su memoria, ofreciendo en primicia las últimas imágenes de la cinta en la que actuó, filmadas por su íntimo amigo el director Miguel Garay, que es convocado para hacerle una entrevista con respeto a este asunto.
Este se pone de acuerdo con Max Roca que fue el montador, que tiene en su poder el celuloide rodado, tanto el copión como las escenas que se montaron, para ilustrar la entrevista en la televisión.
Cuando Miguel vuelve a su pueblo de pescadores en la costa, en la Residencia de ancianos hay un hombre que puede ser él.
El de Víctor Erice fue siempre un cine fácil en cuanto a su realización y en este caso observamos que esa tendencia continua con una planificación sencilla, con planos cercanos a base de plano y contraplano en las entrevistas, a lo largo de las muchas conversaciones que se originan durante la narración, sin apenas cambiar la postura de la cámara, lo que hace que el resultado sea un tanto frío.
La proyección al final de los fragmentos de la película nos devuelve al comienzo de ésta como la pescadilla que se muerde la cola.
Encontramos aquí, posiblemente, la que sea la mejor interpretación del actor Manolo Solo y no le va a la zaga José Coronado aunque su actuación sea más breve y dividida en dos partes, como igual ocurre con Ana Torrent, actriz que protagonizó su primer film de niña, ahora ya como una mujer adulta, en el papel de la hija del actor.
Esta historia nos da la impresión de que está demasiado dilatada, en la que se incluyen incluso dos canciones y que lo que aquí se cuenta se podía haber narrado en menos tiempo.
Finalmente tiene un desenlace que después de toda la larga espera, deja al espectador con la miel en los labios y sin poderla saborear.
Hay un paralelismo entre La mirada del adiós, que quedó inconclusa por la desaparición del actor, Julio Arenas, y ésta.
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