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CRITICA
Por: PACO CASADO
La literatura del escritor nortamericano Thornton Wilde ha sido frecuente fuente de inspiración para el cine aunque no siempre con la misma fortuna: ahí están 'Sinfonía de la vida' (1940), 'La casamentera' (1958), 'Hello Dolly' (1969) y 'Mr. North' (1988)).
Esta novela, escrita en 1927 y ganadora del Premio Pulitzer un año después, fue llevada a la pantalla con anterioridad en dos ocasiones: en 1929 dirigida por Charles Bravin y en 1944 por Rowland V. Lee, con Lynn Bari, y en ninguna de las dos tuvo éxito.
Lo extraño es que con esos precedentes se haya querido llevar a cabo esta nueva versión que, a diferencia de las anteriores, cuenta con el atractivo de un importante reparto de primeras figuras del cine europeo, apoyada por algunas norteamericanas.
Cuenta el suceso real acaecido en el Perú colonial el 20 de julio de 1740 en el que cinco personas, de distinta clase y condición social, murieron al romperse el puente de cuerdas andino que da título a la película.
Un testigo del hecho, Fray Junípero, decidió investigar si había sido obra del azar o un designio del altísimo y le costó morir en la hoguera sentenciado por la Inquisición, por cuestionar las intenciones de Dios.
Entre esos personajes estaban la Marquesa de Montemayor, que pretendía casar a su hija por interés, aunque fuera infeliz, su criada Pepita, Esteban un joven huérfano, desconsolado tras la muerte de su hermano gemelo, Don Jaime y Tío Pío, un rico empresario teatral y promotor de La Perichola, una niña a la que recogió de pequeña e hizo de ella la más famosa actriz del Perú de esa época.
El guion, aún siendo fiel a la obra de Thorton Wilde, no acaba de encajar las figuras y lograr que el espectador entienda bien la relación que existía entre ellas, ni falta que hacía, ni acaba demostrando nada.
Las relaciones e intrigas entre el poder del estado y de la iglesia quedan muy difuminados.
Nos da la impresión de que entre las debilidades del guion, que se limita a ilustrar los pasajes de la novela, y de la dirección, ambos de la irlandesa Mary McGuckian, que no acaba de dominar el cúmulo de notables figuras que tiene en su reparto, quedando bastante desaprovechadas, aunque es lo mejor del film junto con la ambientación, el vestuario, la fotografía y la música, se malogra en parte esta cinta.
Goya al vestuario diseñado por la oscarizada Yvonne Blake.
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