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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es cosa común y corriente en todos los directores que empiezan, y sobre todo en España y los países europeos, querer hacer una obra muy personal, con ambiciones artísticas y con aires de novedad con bastante diferencia con los demás.
Esto mismo se puede aplicar al realizador de esta obra aunque en este caso su nacionalidad sea la de norteamericano.
Ha pretendido sacar un poco de los moldes el veterano género del western haciendo una obra nueva.
Se ha rodeado de un gran actor, Burt Lancaster, sobre el que posa un buen tanto por ciento de la obra, al ser el protagonista principal y a su alrededor ha incluido a un puñado de inexpertos actores o al menos nuevos por desconocidos, ya que algunos actúan con bastante naturalidad e incluso dignos para ser destacados.
Pero su novatería en el mundo cinematográfico le ha llevado a sobrepasar este pretendido ejercicio de estilo en muchas ocasiones, embarcando al protagonista en una aventura que no por menos quijotesca deja de ser absurda en muchos momentos.
Para remachar el clavo, congela la imagen al final y apunta tres soluciones de forma verbal para que el espectador pueda elegir la que a su gusto pueda imaginar como más idónea, truncando así las esperanzas de cualquier espectador medio de ver consumada la posible venganza que de lo anteriormente visto se pudiera desprender.
A pesar de todo ese aire de novedad el relato no tiene nada de nuevo en su argumento. Como director teatral, campo de donde procede Edwin Sherin, demuestra conocer bien la técnica del actor, pero le falta experiencia cinematográfica para dar a la película un mejor ritmo.
Correcta fotografía en paisajes almerienses y música espectacular pero copiona.
Notable trabajo de Lancaster y leves reparos de fondo y forma
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