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CRITICA
Por: PACO CASADO
William Frederick Cody, más conocido como Buffalo Bill, fue el gran héroe norteamericano, que supo vivir de su fama.
Correo del Ponny Express, trampero, explorador, consumado cazador de búfalos y sobre todo de indios, puso en marcha en 1871 un espectáculo de circo denominado El salvaje Oeste de Buffalo Bill, en el que escenificaba sus aventuras, en el que llevaba junto a él a los cowboys más audaces y a auténticos indios.
La sorpresa vino cuando entró a formar parte de la troupe el mítico Sitting Bull (Toro sentado), el gran jefe de los indios sioux que mató al general Custer en la batalla de Little Big Horn.
A lo largo de la hora y media larga de película podemos contemplar el espectáculo y las diversas reacciones de un Buffalo Bill histriónico, despojado de su grandeza, contemplado como un hombre y no como un héroe, limitado a representar peleas con un indio como si se quisiera ridiculizar en realidad que no es tan fiero el león como lo pintan.
La narración apenas sale del circo resultando algo teatral en ocasiones y lenta en su desarrollo, por lo que se le ha ido de las manos a Robert Altman en alguna medida.
Es la adaptación de la obra de Arthur Koppit, realizada en clave de humor, con una sutil crítica de la pasión de los yanquis por crear héroes y mitos nacionales que, a veces, ni siquiera existieron.
Le toca ahora el turno a ese gran héroe de nuestra niñez llamado Buffalo Bill que es presentado como una gran estrella colosal del circo, pero en su interior no era más que un hombrecillo ridículo y pedante, nacido en 1846 y fallecido en 1917), que no fue brillante en su vida, por lo que Robert Altman hace una crítica personal, desmitificadora, llena de sutileza y símbolos, con un humor vagamente agrio y a veces un poco frío.
La cinta, a pesar de lograr el Oso de Oro en el Festival de cine de Berlín 1976, dividió a la crítica en sus opiniones, como también ocurrió con el productor Dino de Laurentiis y el director Robert Altman, ya que el primero hizo un montaje que no satisfizo al segundo.
Una excelente fotografía de Paul Lohmann, una música apropiada de Richard Baskin y un guion que es lo más endeble de esta producción.
En definitiva resulta un film bien realizado, con algunos baches, con un buen trabajo de Paul Newman, así como el resto del reparto y como guionista a un Alan Rudolph que ya se ha pasado a la dirección.
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