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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine actúa aquí como un juez imparcial.
Josefina Molina, que dirigió en teatro a Lola Herrera en Cinco horas con Mario, se ha inspirado en el monólogo de la obra de Miguel Delibes interpretando a Carmen Sotillo para hacer esta otra más auténtica y difícil.
Personaje de la función que ha experimentado un gran cambio en su propia personalidad.
El conocimiento de la vida de Lola Herrera durante el montaje escénico inspiró esta confesión de la actriz ante las cámaras, cara a cara con su marido.
Se casaron en 1960 y se separaron en el año 1967 tras tener dos hijos.
Encerrada entre las cuatro paredes de su camerino, Lola Herrera y Daniel Dicenta, una pareja de actores que llevan catorce años separados tras haber tenido siete años de matrimonio, hablan, discuten mientras repasan su vida.
Su encuentro en un camerino, su larga charla, hace partícipe al espectador de sus cuitas más íntimas.
Hablan, ríen, se emocionan y lloran.
El personaje y la actriz son una misma persona.
Se interpreta a sí misma, al igual que su marido.
La sinceridad de ambos es increíble en el repaso de sus vidas. El relato inserta cortas secuencias de sus hijos, del médico, de las amistades o tribunal eclesiástico.
Rebosa veracidad y el público es atrapado por el encanto de la actriz y la frustración de la mujer que se siente engañada y estafada por la sociedad y por la educación recibida.
Una gran labor de la directora cordobesa Josefina y del cámara sevillano Teo Escamilla.
Participó en el Festival de cine de Chicago y fue nominada al Fotogramas de plata como mejor actriz Lola Herrera.
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