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CRITICA
Por: PACO CASADO
Una semana más tenemos una película de superhéroes de las que parece que los espectadores comienzan a estar hartos y esta vez le toca a la ridícula secuela de 'Aquaman' (2018) que se titula 'Aquaman y el reino perdido' (2023), dirigida de nuevo por James Wan, todo un especialista en películas de acción.
La historia comienza con Arthur Curry, es decir, Aquaman, ya como el rey de Atlántida y acaba de ser padre de un hermoso y simpático bebé con su esposa Mera.
Aquaman lleva adelante sus obligaciones como rey, como padre y miembro de la Liga de la Justicia.
Por su parte Manta Negra aún siente la necesidad de vengar la muerte de su padre y derrotar a Aquaman definitivamente con la ayuda del Tridente Negro que desprende una poderosa fuerza.
Para vencerlo Aquaman libera a Orm, su hermano, antiguo rey de Atlántida, que está encarcelado, para que se una a él, dejando sus diferencias, y así proteger a su reino y al mundo de su posible destrucción, metiéndose en situaciones a cual más ridícula.
Nunca hemos visto una producción de superhéroes con un argumento y un guion más pobre y confuso con una narración peor aún en la que se va de un hecho a otro de forma inconexa sin solución de continuidad, como igualmente se pasa de la tierra al mar y los personajes hablan y actúan como si tuvieran agallas y pudieran respirar de esa forma bajo el agua.
Por otra parte la puesta en escena de James Wan esta vez es bastante oscura y con los mismos defectos de la entrega anterior pero en este caso más acentuados.
En cuanto a la interpretación no sabemos qué hace aquí una buena actriz como Nicole Kidman en este fregado lleno de explosiones, luchas y violencia por doquier, con situaciones que se repiten, con diálogos tan vulgares y superficiales y todo eso en dos horas largas de metraje.
La única posible excusa es que hayan destrozado el guion a base de recortes en el montaje.
Rupert Gregson Williams pone más emoción con la música que tienen las escenas del film.
Si hay algo que salvar de esta confusa cinta tan solo lo haríamos con la imaginación de quien haya diseñado los decorados, los monstruos y artefactos que se emplean y el que haya ideado los efectos especiales.
Es una pena que se despilfarren 205 millones en hacer un espectáculo como este.
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