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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras hacer sus dos primeras películas, 'Tras el cristal', que fracasó en Berlín, pero se convirtió en un film de culto, e igual ocurrió con 'El niño de la Luna' en Cannes, se llevó nueve años sin hacer cine, al ser considerado por los productores un director maldito. Luego aceptó dos encargos, 'El pasajero clandestino' y '99.9', en los que sin la personalidad del cine de sus comienzos, estas cintas fueron algo más comerciales.
Con su quinto largometraje, 'El mar', vuelve a hacer su cine personal, pero esta vez de forma más asequible. Se ha basado en la primera novela de Blai Bonet que hacía 20 años que quería llevar al cine. Bonet, ex seminarista, dio su visto bueno al guión y felicitó a los que hicieron su adaptación antes de morir, en 1997. Ellos se encargaron de poner en forma cinematográfica muchos de los monólogos interiores que tenía la obra, añadiendo cosas que no estaban en el texto literario.
La acción se inicia en un pueblo de Mallorca en las postrimerías de la guerra civil, cuando tres niños presencian un fusilamiento, un asesinato y un suicidio. Manuel, Ramallo y Francisca lo han vivido y diez años más tarde volverán a encontrarse en un hospital para tuberculosos, ellos dos enfermos, ella como monja.
Los caracteres de los dos chicos son contrapuestos. Manuel es débil y se aferra a la religión como tabla de salvación para ocultar su homosexualidad. Ramallo en cambio es fuerte y trata de ignorar su enfermedad, y admite favores sexuales de Eugeni, el farmacéutico, que le mantiene.
Entre ellos comienza a fraguarse una nueva amistad basada en la atracción mutua, pero finalmente lo que viven es una historia de tristeza y desesperación, marcados a fuego por su funesto pasado.
El guión hace una fuerte mezcla de erotismo, muerte y misticismo, resultando así una película desgarradora, en torno a la destrucción de la infancia y la pérdida de la inocencia, con escenas muy duras de la atracción entre los dos adolescentes, bien dirigidos, a pesar de hacer prácticamente su debut en el cine los tres actores jóvenes, muy arropados por los veteranos Simón Andreu y Angela Molina.
Película dura, cruda, dramática, pero de calidad, que consiguió el premio Manfred Salzgeber, al cine independiente, en el Festival de Berlín 2000, por su carácter innovador y la fuerza de sus imágenes.
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