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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine norteamericano, falto de ideas, ya no se conforma con hacer remakes de las películas francesas, sino también de las propias.
Esta vez le ha tocado el turno a 'Los encantos de la gran ciudad' (1969), comedia que escribió Neil Simon para hacer una crítica de los inconvenientes de vivir en una gran ciudad como Nueva York, frente a las ventajas de hacerlo en las pequeñas poblaciones.
Aquella mediocre versión estaba dirigida por Arthur Hiller e interpretada por Jack Lemmon y Sandy Dennis.
Ahora se ha modernizado un poco, se le ha quitado el aire pesimista, casi de tragedia, que tenía la primera versión, y se le da un poco de más optimismo a estos personajes.
La primera era más bien triste a base de acumular un tópico tras otro que llegaban a convertir al protagonista en un hombre amargado, chocante, cargante, constantemente malhumorado, exigente, deseoso de demandar a todo el mundo por cualquier tontería.
Henry y Nancy Clark constituyen un matrimonio cuya pasión desapareció hace ya bastante tiempo.
Ahora su último hijo se ha emancipado y el matrimonio, que está muy arraigados al Midwest norteamericano, tienen una ocasión de ir a vivir a Nueva York.
Aquí Henry, el protagonista, es un publicista que se ha quedado sin trabajo y no se atreve a comunicárselo a Nancy, su esposa, lo que trata de remediar acudiendo a una entrevista con una agencia que tendrá lugar en Nueva York.
Pero su mujer se une al viaje, y esto viene a complicarle las cosas, algo que no se esperaba que sucediera.
Una vez allí les pasa toda clase de vicisitudes, desde quedarse sin dinero hasta terminar en la cárcel el marido.
Todas estas situaciones van encaminadas a obtener la sonrisa en el espectador, ya que sabemos que el final será feliz y que todo saldrá bien, tras las dificultades surgidas por el difícil camino.
Esto da pie para que tanto Steve Martin como Goldie Hawn expongan sus dotes de comediantes y hagan reír de vez en cuando al espectador que esté dispuesto a pasarlo bien.
Una dirección funcional de Sam Weisman que maneja adecuadamente los elementos que tiene a su disposición, sin gran brillantez, pero saliendo airoso del paso.
Premio Bambi para Goldie Hawn.
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