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CRITICA
Por: PACO CASADO
Desde que rodó 'La estanquera de Vallecas' (1986) Eloy de la Iglesia no se había vuelto a poner de detrás de una cámara de cine.
Tuvo su momento de esplendor en la década de los setenta con un cine militante en lo político y en lo sexual que reivindicaba a los homosexuales y el ideario del partido comunista. Posteriormente cambió o añadió otros temas de actualidad como el terrorismo y la drogadicción de la que fue víctima él mismo.
Ahora tras 17 años vuelve a tocar el tema de la homosexualidad actualizando ligeramente la novela de Eduardo Mendicuti, Los novios búlgaros, publicada en el año 1983 en la que esta vez la mezcla con la inmigración, para no salirse de su temática preferida: el mundo de la marginación, las drogas y el sexo.
Un abogado cuarentón madrileño, en los ratos libres, busca satisfacer su homosexualidad acudiendo a lugares gay donde se enamora de Kyril, un búlgaro de 23 años, al que ayuda en sus negocios ilegales, corriendo el riesgo de perder su aburguesada posición social, su título y hasta su vida.
La película, que tiene un tono de divertimento, de soledad y amargura no conseguido, reúne todas las claves de su cine, que están ya hoy bastante obsoletas, a pesar de tocar temas como el amor, el desamor, la frustración y la amistad que son de siempre.
El argumento se hace repetitivo y a veces esperpéntico y ramplón mientras que en otras cae en la caricatura (lamentable el personaje de Pepón Nieto).
A veces quiere trascender el tema con citas cultas metidas con calzador y sobran lo monólogos a cámara para disimular el vacío argumental.
Una cinta correctamente realizada pero imperfecta, desequilibrada, con secuencias excesivas y con una buena banda sonora de Antonio Meliveo que se va haciendo un sitio entre los compositores españoles.
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