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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine de terror que se hacía antes es tal vez muy diferente del que está de moda.
Antes se tendía más al susto de sorepresa, el miedo por lo desconocido, mientras que ahora se va más a lo exagerado y repugnante, por eso no en vano el director de efectos especiales Christian Peter, que días atrás presentaba la película, llevaba razón al definir el cine de horror como el que va dirigido al estómago, ya que muchos espectadores no son capaces de aguantar las fuertes escenas que van desde una trepanación real a intestinos asesinos, autopsias, muertos que resucitan y matan y un largo museo de los horrores inimaginables.
Y todo ello por la locura de un joven médico que ha descubierto un suero que reanima a las personas a los pocos minutos de morir y les hace volver a vivir, pero con instintos alocadamente asesinos.
La rivalidad de un catedrático y otro alumno y su novia le llevará a una lucha sin cuartel con muertos vivientes por medio y abundates litros de sangre (de vaca en este caso) que producen la repugnancia en el espectador poco acostumbrado a estas atrocidades.
El novato Stuart Gordon, procedente del teatro del horror y la televisión, debuta en el cine con este primer largometraje y demuestra que tiene sentido cinematográfico, con algunas escenas bien resueltas, aunque se le vaya la mano a la hora de introducir el humor en el film y exagerar la nota en los efectos especiales, muy bien conseguidos por otra parte.
En cuanto a la interpretación el más centrado es David Gale, quien se lleva media película con la cabeza en l amano y protagonista de una insólita escena erótica para los anales del género.
El largometraje ha sido premiado en los Festivales de Avoriaz y Sitges.
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