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CRITICA
Por: PACO CASADO
"Los paraguas de Cherburgo" fue una película que ciertamente llamó la atención en su día, por la originalidad de su tratamiento y por ser un musical en toda la extensión de la palabra, ya que todo ella era cantada.
Posiblemente el éxito le acompañara en su primera exhibición, pero sí en los múltiples cine-clubs donde se repuso constantemente. Y este hecho ha tenido su eco ahora en su reposición.
A pesar de haberla visto más de media docena de veces hemos querido contemplarla de nuevo para comprobar si sus valores esenciales aún permanecián intactos. Y en efecto así lo creemos.
El sentido musical de Jacques Demy lo encontramos muy influenciado por los grandes musicales norteamericanos de la mejor época del género. Sus influencias son notables y apreciables a simple vista, por ejemplo de "Cantando bajo la lluvia", con los vivos colorines de los impermeables y paraguas.
La extraordinaria partitura compuesta por Michel Legrand quedará como una de las grandes muestras del musical de cualquier época y nacionalidad, con una inspiración sensacional, con perfecto manejo de los temas musicales y su cuadratura en los diversos momentos argumentales del film.
Especial mención merecen los decorados de Bernard Evein, de un gusto exquisito y de perfecto empaste y matizaciones de color en todo momento, consiguiendo así Jean Rabier encuadres y plasticidad en sus imágenes difícilmente olvidables por el buen aficionado al cine, muchas de cuyas imágenes han sido ampliamente divulgadas y que se han hecho famosas.
Su estilo es atrevido como el de cualquier revista de modas francesa de la mejor clase y tirada, sin alardes fotográficos inútiles ni pretenciosos.
Demy consigue un guion perfectamente equilibrado, con un relato romántico, pero con auténtico sentido cristiano, lo que posiblemente motivara el premio de la OCIC.
Igualmente la dirección posee matices y sensibilidad para manejar perfectamente a los actores, sobresaliento sobre todos Catherine Deneuve y logrando encajar en sus papeles los demás que cumplen sobradamente.
Era difícil conseguir un film plenamente musical y el director lo logra con esta película.
Se le podrían poner defectos, como algunas pequeñas lagunas en los diálogos y la música, que ya los apreciamos en su día, pero que no creemos que empañen el logro perfecto de esta exquisita película, como así lo apreció el Festival de Cannes al otorgarle su premio máximo y también el Premio Delluc.
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