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CRITICA
Por: PACO CASADO
Vincent es el famoso presidente de una gran empresa que agrupa a varias de ellas, que está muy estresado por el gran trabajo que soporta sobre sus hombros y la responsabilidad que ocasiona el manejo de un buen número de millones de euros.
Un día su magnífico coche deportivo sufre una avería en un paraje en ninguna parte, un bello lugar solitario entre montañas donde encuentra una casa perdida en la nada, sin electricidad, ni agua corriente y a un hombre solitario que habita en ella al que pide ayuda y éste le da cobijo y le ofrece arreglar la avería de su coche, cosa que Vincent, en el fondo, no confía que lo pueda lograr.
Pero antes le invita a una deliciosa tortilla de patatas y no le meterá mano al vehículo hasta después de dormir la siesta.
No hay teléfono y los móviles no tienen cobertura.
No obstante le deja las llaves y éste le acerca con su moto a la ciudad.
Al día siguiente Vincent vuelve en un taxi a ese lugar y encuentra que su coche está arreglado, pero en lugar de marcharse le pide a Pierre, que ese es el nombre del ermitaño, que vive apartado del mundo en plena naturaleza, que le dé asilo por unos días y éste le ofrece una pequeña cabaña que está cerca de la casa, en la que hay una cama, un candil y poco más.
La amistad que se origina entre estos dos hombres tan distintos en su forma de ser y arrostrar la vida, hace que la de cada uno de ellos cambie por completo.
Se trata de una pintoresca comedia con estos dos personajes fundamentales y algunos otros secundarios con apariciones esporádicas, como una niña adolescente que le pide a Pierre que le lleve a pescar, su madre y un piloto de helicóptero que busca osos en el bosque cercano.
Vincent es un hablador que constantemente hace preguntas a Pierre que este no contesta, porque no le gusta hablar y no desea que descubra sus secretos y los motivos de esa forma de vida, lo cual origina más de una situación cómica y desvelar el resto de lo que ocurre sería caer en spoiler.
La película ofrece un buen trabajo de los dos actores principales, Lambert Wilson y Grégory Gadebois, entre los que hay buena química.
El guion está escrito por el propio director, hijo de Jacques Besnard, también guionista y director, con esta historia original, muy poco vista y sobre todo simpática, divertida y llena de buen humor, con alguna que otra sorpresa.
El film tiene otros alicientes, como el incomparable marco en el que se desarrolla la acción, el correcto trabajo de los actores secundarios, entre otras cuestiones.
Todo gira en torno a la pregunta de si se es feliz en la vida.
La dirección de Éric Besnard, el director de la deliciosa comedia Pastel de pera con lavanda (2015), entre otros títulos, resulta muy fluida y adecuada en la que los dos actores principales, dada su categoría, no han necesitado mayor ayuda por su parte.
El espectador que acuda a verla le aseguramos que se lo pasará muy bien, ya que no todos los días se encuentra una comedia tan original y divertida con un gran trabajo interpretativo.
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