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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta es la historia real de los hermanos Von Erich, Kevin, Kerry y David, que siempre fueron inseparables, aunque también existía la rivalidad entre ellos, a lo largo de su vida, siendo muy competitivos como profesionales en el deporte de la lucha libre norteamericana, en el que se hicieron muy famosos durante el transcurso de la década de 1980.
Ellos eran entrenados por su dominador padre, que también fue profesional de este deporte de la lucha libre y deseaba que sus hijos llegaran a donde él no pudo conseguir a lo largo de su carrera .
Esta es la tercera película que realiza el director Sean Durkin, de la que se ha encargado también de escribir el argumento y el guion de la misma, en la que indaga en los aspectos más oscuros de la naturaleza humana, en la que introduce algunas escenas que son realmente conmovedoras, dentro de la dureza que supone la práctica de este deporte tan viril.
Al mismo tiempo se para también en la relación paterno filial de este grupo que se compone del padre y sus tres hijos, que tienen un mismo sueño en común, como es el de llegar a lo más alto posible en este deporte.
El film, que comienza con un combate del padre en el que exhibe su famosa "garra de hierro" que tanto le caracterizaba, tiene un sentido de realidad sobre la familia.
A pesar de las escenas de combates que nos ofrece, sin embargo tiene una narración demasiado plana y algunas escenas que claramente sobran y que alargan el metraje innecesariamente, lo que hace que no pase de ser una producción de serie B con tanto drama de muertes y accidentes.
Está muy bien elegido el reparto de musculados jóvenes actores para esta cinta, en la que algunos de ellos comienza a abrirse camino para estar próximamente en el candeleros, como son entre otros Harris Dickinson y Allen White, que luchan más que actúan, aunque la estrella de la función no deja de ser un Zac Efron, en la cabecera del reparto, con un aspecto aquí casi irreconocible al que para algunos críticos mereció estar en la quiniela de los nominado a los Oscars.
Desde el punto de vista fílmico la realización de Sean Durkin es vulgar en la que cuenta, más que muestra el vínculo fraterno, el dolor y la lucha libre, equilibrando así la narración entre el drama y el deporte del cuadrilátero, con los fondos de los paisajes de Texas en esta historia que resulta demasiado asfixiante del relato de este grupo humano sobre el que parece haber caído una maldición absorbente por la que la familia se va disolviendo, con un tono sombrío y opresivo con un retrato redundante que a veces conmueve.
Está bien filmada por Sean Durkin y los actores están bien encajados en sus respectivos personajes, tocando tanto el aspecto psicológico como el físico de los chicos, Kevin el mayor, preocupado siempre por sus hermanos, mientras que el padre, Fritz von Erich, regenta el club Sportatorium, que logra el objetivo que se ha propuesto a pesar de las consecuencias, y de que el deporte se convierte casi en una enfermedad.
Premio de la Asociación de críticos de Utah. Premio NBR a la mejor película y montaje.
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