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CRITICA
Por: PACO CASADO
Una extraña coproducción entre tres países europeos para conseguir unos resultados tan cortos, tal vez queriendo emular los grandes éxitos del cine norteamericano en este tipo de producciones, pero sin llegarle a la suela del zapato.
En 1828 un pastor protestante recoge a Max, un niño huérfano de 12 años, a punto de quitarse la vida, y descubre su facilidad para jugar al ajedrez, al que ayuda a salir adelante en la vida y las estructuras sociales aprovechando su talento para ese juego.
El relato da un salto y le vemos con 26 años y convertido en todo un jugador profesional que acude a un torneo organizado por la Marquesa de Theux, donde tiene ocasión de enfrentarse al campeón del mundo, no sin antes recibir una lección de un joven huérfano recogido por la marquesa que, como él, es un genio en el ajedrez también desde pequeño.
Pero el juego de la vida y el amor tiene mayores apuestas que el del ajedrez.
Por medio algunas intrigas cortesanas y amoríos en un guion sin demasiado atractivo, ni emoción, que sirve para que debute en la dirección el realizador belga, Yves Hanchar, con poco lucimiento, realmente.
Si la película tiene algo de interés es por la serena presencia y belleza de la actriz Catherine Deneuve.
Resulta curioso ver en un papel dramático ala habitualmente actor cómico Pierre Richard, acostumbrados como nos tenía a la comicidad de sus films anteriores y al que hacía tiempo que no veíamos en una pantalla.
Horroroso, en todos los aspectos, nos resulta Denis Lavant.
Premio George Delerue a la música y Gran Prix en el Festival internacional de Ghent.
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