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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hace poco el popular trío cómico catalán Tricicle cumplía quince años de permanencia en el teatro y la televisión, los mismos que llevaban intentando hacer cine y 'Palace' (1995) lo ha hecho realidad.
A la muerte del señor Rius, el hotel Palace se encuentra en franca decadencia.
Sus tres hijos deciden hace de él un símbolo del lujo y del confort.
Para ello pide presupuesto a un usurero, cuyo propósito es quedarse con los terrenos del establecimiento y construir en ellos un rascacielos.
Como se esperaba no podía ser de otra manera que con una película sin diálogos, que no muda, ya que tiene música y ruidos.
La han hecho como componen sus espectáculos, compartiendo la dirección (uno se ha encargado de los actores, otro de la técnica y otro de la dirección artística), el guion y en la interpretación cada uno hace dos personajes, viéndose ayudados en esta faceta por la veteranía del francés Jean Rochefort y la española Lydia Bosch entre otros actores más o menos conocidos.
Los tres hijos del dueño del hotel Palace que se encuentra en la ruina más absoluta, se encargan de su restauración y dirección a la muerte del padre.
Piden un crédito a un usurero que se ocupa de que no puedan pagarlo para así quedarse con el inmueble.
Una agresiva campaña publicitaria les sacará del apuro y hará que triunfen, al circular por los pasillos los más pintorescos personajes, desde un jeque árabe con sus guardaespaldas y el harén, hasta una solitaria señorita con su caniche o un inspector de sanidad al que se las dan todas en el mismo lado.
Obviamente Tricicle no podía hacer cine como no fuera sin diálogos, pues de lo contrario no sería Tricicle, pero no es lo mismo hacer un film de más de hora y media que un sketch para la televisión de treinta minutos.
No cabe duda que son ingeniosos, que saben construir gags muy visuales, pero también es cierto que repiten para rellenar o son previsibles en determinadas situaciones lo que le resta algo de gracia.
El primer tercio de la cinta transcurre de forma lenta y va tomando ritmo conforme se acerca a los metros finales donde se vuelve alocadamente desenfrenada y logra los mejores momentos de comicidad, precisamente en aquellas secuencias que más se asemejan a las del cine cómico mudo.
La apuesta era arriesgada, pero como buenos catalanes se han guardado las espaldas con la coproducción para rentabilizar pronto los 300 millones del presupuesto.
Ahora a esperar que el público les otorgue la misma adecuada respuesta que hace con sus obras escénicas.
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