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CRITICA
Por: PACO CASADO
El director vasco Pedro Olea ha querido cambiar de estilo, ponerse con 'Morirás en Chafarinas' (1995) en el lado opuesto de su anterior película, 'El maestro de esgrima' (1992), que era un film de época.
Un día se fijó en que el público que va al cine es en un buen porcentaje joven y por ello eligió una novela de ambiente aventurero, ganadora del Premio Nacional de Literatura Juvenil 1991, escrita por Fernando Lalana, para confeccionar un guion con actores jóvenes que gustase a ese tipo de público.
Jaime, cabo de guardia en el cuartel de regulares de Melilla, no puede impedir que uno de sus centinelas, tras inyectarse heroína adulterada, organice un altercado en el barrio árabe de la ciudad, terminando por arrojarse desde el minarete de la mezquita.
Una segunda muerte, con idéntico origen, impulsará al capitán Contreras a sacar del calabozo a Álvaro Cidraque y encargarle la investigación de los luctuosos hechos.
Es la historia de dos chicos que hacen la mili en Melilla donde comienzan a sucederse una serie de muertes entre los compañeros en la ciudad amurallada de Chafarinas y deciden investigar el caso obligados por las circunstancias.
El joven equipo se encuentra un mundo sumido en drogas, engaño y pasión donde todo no es lo quie parece.
Esto les lleva a destapar la corrupción y el tráfico de drogas existente entre algunos mandos del ejército, no sin riesgo de sus propias vidas.
La historia no es nada del otro mundo, con una intriga más o menos policiaca, "un thriller juvenil y cuartelero" como le gusta llamarlo al propio Pedro Olea, que funciona a veces, que tiene a ratos sus giros intrigantes, al que no faltan sus convencionalismos propios del género, pero que nos da la sensación de que ha sido realizado muy de prisa, de forma algo marrullera, a salir del paso, como si no se creyera el propio Pedro Olea lo que estaba haciendo o metiéndose en un tipo de cine que no domina y que no es el género que a él le va.
En el cuadro de actores nos quedamos como el mejor con el casi debutante Javier Albala y con un Jorge Sanz que parece interpretarse a sí mismo.
Breves son las intervenciones de los papeles femeninos, María Barranco y Esperanza Campuzano y nada decisivas, que se limitan a cubrir el expediente, como toda la cinta en general.
Sin que se pueda decir que sea una mala película, pero desde luego no es la mejor de Pedro Olea.
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