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CRITICA
Por: PACO CASADO
Bob Rafelson le tomó aprecio al cine negro cuando hizo la adaptación de la novela de James M. Cain, 'El cartero siempre llama dos veces' (1981), a la que con el tiempo siguieron otras de ese corte como 'El caso de la viuda negra' (1987), 'Sangre y vino' (1996) o 'Poodle Springs' (1998), sobre el relato inacabado, por defunción, de Raymond Chandler, todas ellas notablemente conseguidas.
Ahora, tras algunos años de ausencia y convertido ya en un realizado septuagenario, encara otra adaptación de carácter policiaco.
El relato corto de Dashiell Hammett, publicado en 1924, 'La casa de la calle Turk', le sirve de base, convenientemente adaptado y ampliado, ya que la brevedad del mismo no daba para un largometraje, aunque sí la calidad de sus personajes, que han sido actualizados, ya que en aquella época era impensable un detective negro o un atraco con técnicas de informática.
Jack Friar es un detective de raza negra, honesto y solitario, cansado, que ama tocar el violoncelo y está a punto de tomarse unas vacaciones, cuando una vecina le pide que busque a su hija que ha desaparecido.
Tan sólo tiene una fotografía de la muchacha y una dirección. Y en sus pesquisas queda atrapado por una banda de ladrones a punto de dar un golpe, que le toman como rehén.
El film se centra en la relación que se establece entre estas personas, casi en un lugar único, sin persecuciones, ni tiroteos, sino simple puro cine negro, en el que el detective no sólo tratará de salvar su propia vida, sino también de evitar que se cometa el delito que está planeando esta singular banda entre los que se encuentra un psicópata, dos ancianos, el jefe menos inteligente de lo que aparenta, y una mujer fatal dispuesta a cambiar de bando en cualquier momento.
Entre ellos hay la habitual mutua desconfianza, la traición y el engaño disfrazado de compañerismo.
Para el inteligente guion se hizo con los servicios de Christopher Canaan y Steve Barancik, este último autor de La última seducción, que hacen un gran trabajo, logrando mantener el interés a lo largo de todo el relato.
Samuel L. Jackson saca adelante su papel del policía cansado e inocente, y Milla Jovovich pone ardor y pasión en su encendido personaje de manipuladora mujer fatal.
Con una dirección que va directa al grano y sabe desenvolverse bien en el género, y una buena fotografía del español Ruiz Anchía que refleja bien el ambiente claustrofóbico, se logra un aceptable ejemplo de sólido cine negro contado con estilo clásico.
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