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CRITICA
Por: PACO CASADO
No es muy frecuente la llegada a nuestras pantallas comerciales, de producciones sudamericanas, a excepción de las argentinas y si acaso las mexicanas, que son las cinematografías más fuertes, sin embargo en esta semana se estrena una producción colombiana, 'Rapunzel. El Perro y el brujo' (2023), dirigida por Andrés Roa.
La acción de esta historia se desarrolla en una zona rural de Colombia en el año 1985.
Wilson Herrera es un soldado profesional, al que llaman popularmente El Perro, que lleva ya catorse años secuestrado y encarcelado por la guerrilla de las FARC.
Un día aprovecha un enfrentamiento entre sus carceleros y los paramilitares para conseguir escapar a la selva, donde se refugia temporalmente en la espesa vegetación, pero finalmente se pierde en los Andes colombianos.
Está a punto de morir cuando lo encuentra el matrimonio compuesto por Gilberto y su esposa Consuelo, una pareja de campesinos, que se lo llevan a su casa, lo cuidan y lo salvan de poder morir después de varios días perdido.
Wilson al cabo de unos días de estar con ellos, se entera de que el matrimonio había perdido a su hija Rosita, unos diez años atrás, a manos de unos supuestos duendes que raptan a los niños que están sin bautizar, según la leyenda.
Al patrón, no le gusta la llegada de El Perro a la finca.
Durante su refugio en la casa de la familia de campesinos, Wilson ayuda en las tareas del campo, pero descubre que guardan un oscuro secreto que se propone descubrir.
Una noche ve que en un descampado del bosque, Pedro, el hermano mayor de Gilberto, conocido como El Brujo, hace actos de rituales de brujería para contactar con los espíritus y así cree poder tratar de recuperar a su querida sobrina.
A través de esta historia el director Andrés Roa, en su primera película, trata de ofrecernos un aspecto de la vida de los habitantes de Colombia, sobre todo de la zona rural, y sus enfrentamientos con la guerrilla, componiendo este relato entre la realidad y la ficción, tocando temas como las desapariciones de niños, el dolor, la culpa, el terror, la maldad, la guerra, la superstición que nos aproxima a la mitología de las leyendas colombianas de las montañas, de la región como forma de achacar lo malo a otros, así como las cuestiones latentes en el país en esa Colombia campesina que ha tenido que soportar una devastadora guerra terrorífica y desagarradora.
Elizaneth Arias ha escrito un guion con un relato bien contado, con cierto suspense y algo de violencia, con algunas escenas de acción bastante logradas, ayudada por la fotografía como elemento importante en la realización.
Una dirección correcta para tratarse de la ópera prima de Andrés Roa.
En cuanto a la interpretación Andrés Ballesteros encarna a Wilson Herrera, el soldado de difícil pasado, en una actuación muy natural, sobre el que recae el protagonismo de este film.
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