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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine europeo está recogiendo la vieja tradición del norteamericano, de aquellos melodramas pasionales que se están perdiendo en aras de las superficiales películas de acción tan de moda en estos momentos.
Historias de sentimientos, de interés humano, que reflejan ancestrales costumbres de unos pueblos que condicionaban las conductas de sus habitantes inducidos por maniqueos dirigentes, de retorcidas ideas, ya fueran políticas o religiosas.
Esta es la historia de Kieran Johnson un solitario profesor de segunda enseñanza de Chicago, cuya familia irlandesa emigró a Estados Unidos, que siente curiosidad por investigar el pasado familiar, que su madre, muda a causa de un derrame cerebral, no le ha querido decir nunca.
Este profesor de mediana edad descubre unas fotografías del pasado de su madre que le hacen sospechar sobre la identidad de su verdadero padre.
Se aventura a marcharse a la pequeña ciudad de Kilronan, en el Condado de Galway, en Irlanda, de donde cree que es su progenitor, donde se desarrolla lentamente un romance del pasado.
Con una vieja fotografía en el bolsillo emprende el camino hasta encontrar a alguien que le cuenta la verdadera historia.
Un relato que no está exento de romanticismo, de realidad, sobre unos jóvenes enamorados, en un pequeño pueblo irlandés, que han de luchar contra las habladurías de los vecinos y la férrea intransigencia del párroco que tiene mucho que ver en la conducta y comportamiento de los mismos.
El relato, que puede tener algo de autobiográfico de la familia de Paul Quinn, contado en un largo flash-back, se ve interrumpido, de vez en cuando, para volver al presente, en el que un sobrino suyo, aún adolescente, vive una incipiente amistad con una de las chicas del pueblo, por lo que parece que la historia se repite.
Un guion de lo más atractivo y bien estructurado lleva adelante unos hechos perfectamente enjaretados en los que no faltan el romanticismo y las ansias de rebeldía de unos jóvenes por romper las invisibles cadenas con que les atan sus mayores.
Una dirección muy acertada de Paul Quinn, sobre todo tratándose de un debutante, con buen gusto en la puesta en escena y en el manejo de los actores, con un sobrio James Caan y muy ajustados la joven pareja que forman Aidan Quinn y la debutante Moya Farrelli, bien apoyados por veteranos como Brendan Gleeson, James Caan y John Cusack.
Tanto el actor Aidan Quinn como el director de fotografía Declan Quinn son hermanos de Paul Quinn.
Premio del público en el Festival Atlantic. Premio NBR a su excelente filmación.
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