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CRITICA
Por: PACO CASADO
Radu Mihaileanu, director rumano afincado en Francia, se inició en la dirección tras hacer de ayudante de algunos célebres realizadores franceses e incluso españoles.
Su ópera prima fue 'Traidor' (1993) y con 'El tren de la vida' (1998) hace la segunda de su aún breve filmografía.
'La lista de Schindler' (1993) le dio la idea de hacer algo sobre el holocausto judío y posiblemente 'La vida es bella' (1997), el tono en que había de tratarla.
En 1941, en un ficticio pueblecito centroeuropeo, un grupo de judíos deciden hacer su propia deportación antes de caer en manos de los nazis alemanes, poder escapar y huir a Palestina, para lo que montan un tren con oficiales falsos y así poder huir a la frontera rusa.
La idea es del tonto del pueblo, que termina por ser el más listo de todos.
La película es una hermosa fábula cómica, con una buena idea de punto de partida, como es la de organizar los propios judíos un tren de la muerte, pero la cuestión es que después no se enriquece debidamente para sacarle todo el partido posible a las situaciones, amén de ser poco menos que increíble.
De camino se nos dibujan lo que eran los shetels o pequeñas aldeas judías, ya desaparecidas, al tiempo que se ofrece una visión cómica, pero respetable, del holocausto.
Aquí no hay el protagonisno de un sólo personaje, sino que es la comunidad judía en conjunto la que vive la aventura.
Lástima que la historia no fuera cierta ya que se hubiera cumplido no sólo el sueño de este puñado de judíos, sino también de los gitanos que se encuentran a su paso.
Es en ese punto donde más resalta la música de Goran Bregovic, el compositor habitual de los films de Emir Kusturica.
Cinta modesta en cuanto al presupuesto económico, pero no en las intenciones, que nos da desde otro prisma uno de los sucesos más trágicos ocurridos en el siglo XX, que sustituye en este caso la sordidez por el humor, que a veces puede tener incluso más capacidad de análisis.
Un buen grupo de actores componen el reparto, en el que destaca el veterano francés Rufus, el carpintero que en este caso hace de alemán.
En definitiva una película correctamente dirigida por Radu Mihaileanu, que es un canto a la tolerancia y a la libertad, que hace pasar un buen rato entretenido.
Premio del público en los Festivales de Cottbus, Miami, Sundance, Sao Paulo y Hamptons. David de Donatello al mejor film extranjero. Cinta de plata de los periodistas italianos. Premios Amicaflash y Fipresci en la Mostra de cine de Venecia.
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