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CRITICA
Por: PACO CASADO
La producción de las comedias teatrales es una buena fuente de inspiración para las productoras españolas, aunque no siempre se le saca todo el partido que debiera.
Quizás porque es en las tablas uno de los pocos lugares donde en España se permite decir algunas verdades, quizás amparadas bajo la máscara de la comedia, máscara ésta que muchas veces tienen trazos trágicos, cubiertos por el humor negro.
Han sido varias las comedias llevadas al cine de Mihura como ocurre frecuentemente igual con las de Alfonso Paso.
Pero precisamente Fernán Gómez no ha tenido tanto acierto e inspiración en esta ocasión como con su cinta anterior "Los palomos" que sacó con una gran dignidad, sabiendo dar un poco de lado a las tablas para plasmar el asunto en la pantalla con bastantes tintes de conocimiento de lo cinematográfico.
Aquí la fortuna no le ha acompañado de igual manera, y ha sido arrastrado por lo teatral, por la gracia picante y socarrona de, por y para los españoles, al plantear el mito de la liviandad de las chicas francesas con desnudo realismo que va bien para la comedia, pero que después gira hacia el drama al ser contemplado desde nuestro punto de vista.
Así transcurre la cinta con sus pildorazos de tipo polítíco-social acerca de la realidad española de nuestro tiempo.
Fernán Gómez esta vez no ha dado todo de sí,m ha naufragado. Desde el contexto inicial del guion no ha sabido salvar el bache que suponía el paso del teatro al cine.
Sin embargo ha dado bien el tipo de actor y en la dirección ha sacado partido de los elementos de que disponía, con una Rosenda Monteros que da el tipo y una lograda intervención de Alfredo Landa.
Olea se está situando cada vez más como uno de los más destacados músicos de nuestro cine.
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