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CRITICA
Por: PACO CASADO
Michel Deville se reveló como uno de los autores franceses de la nueva generación que mejor hacía la comedia.
Sus primeras películas llevan siempre como guionista a Nina Companeez, compañera inseparable, hasta que en 1971 pasa a la dirección.
Esto suponía una gran uniformidad en su obra, que posteriormente cambió para hacer algunos temas policiacos, alcanzando quizás la cumbre en el género de la comedia con este "Benjamin. Diario de un joven inocente", cinta que nos llega ahora, al cabo de once años de su realización, tras haber conseguido un gran éxito comercial y artístico en su día, ya que posee el Premio Louis Delluc.
Para algunos críticos esta es la mejor película de Deville. Al no conocer la filmografía completa de este autor, no lo ponemos en duda, pero ciertamente que el paso del tiempo transcurrido desde su realización hasta ahora nos hace perder la perspectiva para poder asegurarlo.
A pesar de ello, una cosa es cierta, que se trata de una delicada y deliciosa comedia picaresca, ambientada en la mitad del siglo XVIII, en la que constantemente se juega con las artes del amor, la libertad amatoria y los devaneos de los grandes señores y las damas de la época, todo ello visto a través de los ojos inocentes de un joven adolescente que se inicia en el citado arte.
La cinta está llevada con buen ritmo, dejando las acciones siempre en alto, lo que hace que el espectador se quede con la miel en los labios, ya que no se le entrega todo.
La vitalidad y picardía de sus imágenes contrasta con el libertinaje imperante hoy día en las pantallas.
El extraordinario plante de actores se comporta con arreglo a la categoría, haciendo un buen trabajo.
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