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CRITICA
Por: PACO CASADO
En el cine americano de acción notamos en los últimos títulos contemplados, una cierta vuelta al policiaco más clásico.
Roy Egan, un ladrón que ya está retirado, jura vengarse del lunático que mató a su hermano Lee y a un compañero, mientras huye con el botín que le robaron.
En 'Ajuste de cuentas' (1997) encontramos dos partes bien diferencias: una primera donde se fragua y se lleva a cabo el atraco a una joyería de Los Angeles a cargo de dos hermanos y dos secuaces más, un mestizo con antecedentes penales que está en libertad condicional, y un joven imprevisible e inconstante, ambicioso y rápido al volante y con el gatillo siempre a punto.
En la segunda es la historia de una venganza con la búsqueda del asesino por parte de aquellos que han sido perjudicados en el botín y en la vida de sus seres más queridos.
Toda una investigación a la usanza clásica que partiendo de cero, sin datos, logra el objetivo pretendido.
El director británico John Irvin, tras dos amables películas, 'El pico de las viudas' (1994) y 'Un mes en el lago' (1995), vuelve a recuperar el pulso del cine de acción que ya nos ofreciera en 'Ejecutor' (1986), con Arnold Schwarzenegger.
En este nuevo film se deja llevar por su admiración hacia el cine negro y trata de emularlo impregnándolo de las características más usuales de ese género, no por olvidado menos querido por los buenos cinéfilos.
Hasta incluso se permite un homenaje al sacar la factoría en la que hace años se rodó 'Al rojo vivo' (1949), de Raoul Walsh, con James Cagney y Virginia Mayo, y donde tiene lugar el ajuste de cuentas final al que hace alusión el título español y que justifica el original de Ciudad industrial.
Harvey Keitel, un actor cada vez más maduro y con más calidad, incorpora a Roy, un gángster de la vieja escuela que todavía conserva unos principios y una moral, quien ayuda a su hermano a planear el robo y después se encarga de vengarlo, junto a Franken Janssen, en un papel muy diferente al de 'Goldeneye' (1995).
Haciéndoles frente están Stephen Dorff, joven actor que incorpora al nervioso y espabilado Skip, imprevisible en sus reacciones, rápido en sus decisiones, que representa a una joven generación de criminales sin moral, ni principios y de reacciones muy violentas.
El realizador John Irvin pone nervio y garra en el desarrollo de un guion que está bien estructurado, que mantiene el interés y que prende el ánimo del espectador en cada instante, logrando su mejor cinta con este thriller clásico de estética moderna.
Nos alegra que vuelva al sendero más tradicional el cine de acción para el que preferimos que medie la inteligencia, la estrategia y el buen hacer de títulos como éste, en lugar de tantos efectos especiales, violencia gratuita y traca de fuegos artificiales.
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