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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es este el tercer intento que se hace de llevar a la pantalla el mismo argumento.
La primera vez fue en 1931 dirigida por Eriock Charrel, la segunda en 1955 realizada por Franz Antel y ahora es Geza Radvanyi.
Aunque en esta ocasión ha sufrido el argumento importantes modificaciones para ponerlo más al día e introducirle una cierta ironía que no tenían las anteriores versiones, ésto no hace más resquebrajar la película.
En ella se ha pretendido jugar con los personajes que da la historia, basándose en su personalidad y en cierto modo en los hechos reales, costumbres y amoríos de la época, pero en el momento más inoportuno se hace el chiste y todo el encanto que pudiera tener el mostrarnos a esas personas de carne y hueso se rompe, quedando algo grotesco y fuera de lugar que ni siquiera hace gracia.
Tampoco esas pequeñas y burdas notas de humor son suficientes para aligerar a la cinta de su pesadez.
Las diversas líneas de los personajes se entrecruzan de tal manera que a veces son de difícil comprensión, embrollando el argumento y dificultando el interés general de la narración.
Lo único que nos da de nuevo, si es que así se le puede llamar, es el esplendor y el lujo que se ha derrochado a lo largo de la ancha pantalla Todd-Ao.
Un espectáculo fallido que ni siquiera logra divertir.
En la cuestión moral, la libertad de costumbres y las relaciones ilícitas fuera del matrimonio hacen que se tome esta institución sagrada a broma y hacen que se aconseje a personas muy formadas.
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