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CRITICA
Por: PACO CASADO
El género policiaco busca constantemente nuevas vías para sus argumentos y los dos novatos guionistas de este film se han centrado en las posibilidades que ofrece el hasta ahora poco explorado campo de las redes sociales.
Jennifer Marsh es una mujer viuda, con una hija de ocho años, agente especial del FBI, que trabaja en el departamento contra la delincuencia en Internet, en Portland, Oregón, rastreando delitos como el robo de canciones, películas o casos de pornografía, hasta el día en que se le presenta el de un psicópata asesino que ofrece sus crímenes en directo al que tendrá que enfrentarse, que cuelga torturas y homicidios en su página web, un macabro divertimento que cuenta con la complicidad de miles de mirones.
Un clarísimo ejemplo de hipocresía en el celuloide el de este film que cae en el problema que trata de denunciar.
Tras secuestrar a la víctima la somete a una tortura que va incrementándose conforme aumentan las visitas a su página web y mientras más entradas se producen más rápidamente muere.
Cada vez el sistema es diferente y la clase de tortura distinta, siendo muy difícil cerrar la página y encontrar al asesino, hasta que llega a la implicación personal con agentes del departamento y de la propia investigadora, cosa que se ve venir.
La cinta ofrece una interesante y seria reflexión sobre el morbo y la curiosidad de los internautas por el sexo y en este caso por la violencia y la muerte, lo que los convierte en cómplices del asesinato, ya que no es el psicópata el que lo comete sino el usuario de la página web que entra en ella y acelera el proceso. Si no hubiera visitantes la víctima no moriría.
Junto a ello hay otro aspecto y es el del simple thriller, la percha en la que se cuelga esa reflexión, que ha de originar el suspense y someterse a las líneas de investigación e incluso los convencionalismos propios del género.
En este sentido encontramos demasiado rápida las deducciones y conjeturas a que llega la protagonista al final para localizar y dar caza al criminal y ofrecer algo de acción al espectador en los últimos metros.
El director de 'Las dos caras de la verdad' (1996), 'Fallen' (1998), 'La guerra de Hart' (2002), Gregory Hoblit, que es hijo en la vida real de un agente del FBI, demuestra sus dotes para la dirección en este oscuro thriller sobre la atracción por el dolor ajeno, sirviéndose de imágenes especialmente violentas y crudas que fomentan lo que la película condena.
Un buen trabajo de los actores que cuenta además en la cabeza del cartel con la sensitiva Diane Lane, al frente de un eficaz reparto, que le da una lección de sobriedad y rigor a su personaje.
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