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CRITICA
Por: PACO CASADO
En España, cuando la moda de las películas compuestas por varias historias estaba decayendo, porque los italianos ya no las hacían, nuestro cine comenzó a interesarse por ellas.
'091, Policía al habla' (1960) es una muestra de ello, recogiendo varios casos de la vida real, que se reproducen con tan total y absoluto conocimiento de los ambientes que parecen que son ficticios.
José María Forqué, contando con tres guionistas, Vicente Coello, Pedro Masó y Antonio Vich, pretende realizar una obra de carácter moralizador y laudatoria para la labor que hace la policía, exponiendo varios casos reales tomados de los archivos policiales.
Aquí se cuenta la historia de un coche patrulla de la policía española durante una noche cualquiera de servicio en la que se dan diversos sucesos de distinto tipo, durante un desolado verano madrileño, al mando del inspector jefe Andrés Martin y del subinspector Barea.
Desde que su hija pequeña de ocho años le fue muerta por culpa de un coche que se dio a la fuga, el inspector de policía Andrés Martín vive obsesionado por ese recuerdo.
Basándose en el nexo afectivo de este personaje, interpretado por Adolfo Marsillach, se van concatenando otras historias que, si estuvieran mejor realizadas, tendrían mucha más fuerza y habrían concluido en la tesis que literariamente se nos expone en las imágenes al principio a través de un rótulo.
No se comprende cómo un director como José María Forqué. con tantos años de oficio, hace una realización como la presente, con un lenguaje propio y con una estructura semejante, en cuanto a la narración.
En todos los episodios, a excepción del que tiene un aspecto cómico, salvado por la interpretación de Tony Leblanc, José María Forqué demuestra tener una completa ausencia de sensibilidad artística, acercándose exclusivamente al sermón sentimental que únicamente puede convencer a determinada clase de espectadores.
Esto es así.
Tampoco se comprende cómo las escenas más dramáticas, a veces, resultan ridículas hasta el punto de que estalle el público en carcajadas, debido a poner poco talento en ellas.
La fotografía en blanco y negro con buen contraste de Juan Mariné resulta bastante discreta.
Por su parte la música de Augusto Algueró es de lo mejor de esta producción.
Adolfo Marsillach es un buen actor de teatro, pero le falta aún para serlo también de cine, aunque no dudamos de que lo logrará, aunque necesita, de momento, la ayuda de un buen director.
Tiene detrás un abundante reparto de notables actores de nuestro cine, que muestran algunos buenos detalles aislados de cada uno por su cuenta.
Fue declarada de interés nacional. Premio del CEC a José Luis López Vázquez como mejor secundario. Fotogramas de plata para Adolfo Marsillach. Premio del Sindicato al mejor guion.
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