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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras ser exhibida en el pasado Festival de cine de Cannes y recientemente por el de San Sebastián, llega a las carteleras 'Megalópolis' (2024) dirigida por Francis Ford Coppola.
Cuando un director asume totalmente la responsabilidad de su obra solemos decir que es una obra de autor, valga la redundancia, y a veces hasta la calificamos de obra maestra.
Francis Ford Coppola suele ser uno de esos, un director muy apreciado por la crítica y por el público en general, dado el buen número de títulos que pueblan su filmografía de gran calidad, lo que hace que confiemos en él, pero últimamente ha descendido en esa escala de apreciación.
Pero todo artista tiene un día malo y el producto que sale de sus manos no cumple con los mínimos exigidos como corresponde a su categoría.
Eso es lo que le ha sucedido a Francis Ford Coppola con 'Megalópolis' (2024).
La pretenciosa película comienza con un hombre que sale por la ventana de su apartamento en un elevado edificio de Nueva York y se pone al borde del precipicio y cuando va a caer detiene el tiempo.
A partir de ahí se nos da a conocer quién es ese individuo, César Catilina, un brillante arquitecto, premio Nobel por haber descubierto el megalón, un nuevo material de construcción, que a continuación vemos cómo derriba un gran edificio para construir en esa parcela su moderna obra con la que no está de acuerdo el recalcitrante y conservador Alcalde Franklyn Cícero, cuya hija Julia Cícero, está enamorada de César, de quien se sospecha que haya podido matar a su mujer.
Desde ese momento comienza el gran caos argumental que es este film cuyos personajes tienen casi todos nombres romanos y la próxima construcción quiere ser la Nueva Roma del futuro.
Este es un proyecto que tenía Coppola hace cuarenta años y que por fin ha visto la luz, en el que hace un paralelismo entre el imperio americano y la caida del romano, pero mejor hubiera sido que se quedara en el cajón de los recuerdos.
Tendría que darse con la entrada un libro o folleto explicativo de lo que ha querido decir el genio de Coppola, autor del aburrido y largo argumento, del confuso guion, de la producción, la realización y puesta en escena, al cumplir con esta cinta el sueño de su vida, posiblemente con fiebre, a los 85 años de edad que le ha arruinado.
La verdad es que admiramos la inversión empleada en esta producción de 120 millones de dólares, posiblemente para la construcción de los fantásticos escenarios y decorados o creados digitalmente, que se utilizan en ella en muchos momentos con visión de futuro con una fantasía desbordada.
Los actores se comportan con arreglo a sus personajes, pero nos da la impresión de no creérselos en muchos momentos y se dejan llevar por la dirección.
La película fílmicamente es impresionante en muchas escenas, no así en otras, por más que quiera mostrarnos sobre el papel del artista, este megacaos asombrosamente desordenado que deja desconcertado al espectador, se convierte en desastre total y absoluto aburrimiento.
El edificio que se cae casi al inicio se nos antoja como la imagen de Coppola, que ya cumplió su misión y hay que empezar de nuevo pero a pesar de sus buenas intenciones resulta un desastre.
Las posibles ideas de lo que haya querido decirnos con esta fábula se diluyen en los excesivos 138 minutos de metraje.
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