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CRITICA
Por: PACO CASADO
La historia se inicia con Richard Ward llamando a su viudo amigo británico Andrew Blake para que se presente en la fiesta organizada en su honor para recoger el premio al mejor empresario del año.
Pero en su lugar éste prefiere marcharse a Francia y pedir una habitación en la espléndida y majestuosa mansión Beauvillier, un magnífico castillo bretón, lugar en el que conoció a su esposa francesa, ya fallecida, cuando le daba clases como profesor de inglés, y donde quiere recordar aquellos felices años.
La propietaria en esos momentos es Nathalie Beauvillier, una rica viuda venida a menos.
Su llegada es confundida con un anuncio publicado en la prensa en busca de personal de servicio para ayudar en la casa y piensa Odile, la cocinera y ama de llaves, que viene por el puesto de mayordomo, lo que él, calladamente acepta, con tal de vivir en la mansión.
La idea de la dueña, Nathalie Beauvellier, es convertir la finca en casa de huéspedes y con lo recaudado poder mantenerla, ya que tras la muerte de su marido no le queda mucho dinero para ello.
Cualquiera diría a la vista de esta elegante película que se trata de una producción inglesa, por el estilo, el paisaje, el decorado, etc., pero sin embargo se trata de una cinta francesa en coproducción con Luxemburgo.
El guion de esta elegante y deliciosa comedia, se basa en la novela número once, todo un best seller, del escritor francés Gilles Legardinier, publicada en 2012 que, a la hora de llevarla al cine, ha preferido ser él quien la convierta en imágenes, debutando así como director cinematográfico y guionista, mostrando sensibilidad a la hora de la puesta en escena.
A lo largo del argumento van surgiendo otras historias que complementan la línea central, en torno al protagonista, a la dueña de la casa e incluso a Odile o al jardinero, que son los principales personajes que se desenvuelven en ella y en las relaciones que se establecen entre ellos.
Son muy divertidas las situaciones que se producen en el devenir del relato y sobre todo el diseño de Odile, con su vivo carácter, algo mandona, o el bruto jardinero al que ésta no puede ni ver pero él quiere tratar de arreglar de alguna manera ese desprecio.
Al buen trabajo que hace John Malkovich, en esa especie de ángel caído del cielo que llega para arreglar los problemas de todos, está la vivaracha actuación de Émilie Dequenne como Odile y la elegancia de Fanny Ardant como Nathalie, que componen lo mejor en cuanto a la interpretación de esta comedia a la que no le falta un punto sentimental, ni tampoco la sonrisa permanente en los labios del espectador.
A pesar de tratarse de un director que hace su debut con su primer largometraje detrás de la cámara, Gilles Legardinier saca adelante dignamente su trabajo como si fuera un veterano en estas lides.
Bien la fotografía que realiza Stephane Le Parc que luce el paisaje ayudado por la agradable música de Erwan Chandon.
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