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CRITICA
Por: PACO CASADO
Pasar una obra de teatro al cine siempre es complicado aún cuando lo haga el mismo autor, como ocurre en esta ocasión con una de las más representadas en los escenarios norteamericanos.
Se encarga de ello el desconocido Anthony Drazan y hace un retrato cruel y descarnado de unos individuos que no acaban de encontrar el norte en sus vidas.
Son tres amigos que comparten la misma casa e incluso a veces las mismas mujeres a las que no acaban de comprender porque son unos fracasados que proyectan su descontrol con las personas que tienen a su alrededor.
Eso se refleja en el constante consumo de drogas y alcohol, la falta de moral y de escrúpulos con una total incapacidad de amar, dada su paranoia galopante.
A pesar de la rotundidad de la historia y de tener un reparto de auténtico lujo, Anthony Drazan no ha sabido dominar la situación y el poco interés del atosigante y abundante texto, en el que filosofan constantemente los personajes mientras se pelean entre sí, aburre al espectador, y no sirve más que para que los actores hagan un ejercicio de interpretación más o menos correcto con los personajes, a veces increíbles, que les han tocado en suerte.
Entre los masculinos está bien encajado Sean Penn, que ganó la Copa Volpi por este trabajo en la pasada Mostra de cine de Venecia.
Correctos están Chazz Palminteri y Kevin Space, lo que no llama la atención, dada su categoría.
Y entre el elenco de los femeninos la serenidad de Robin Wright y la salida del encasillamiento de Meg Ryan.
Pero el conjunto no está logrado, por más que el guion airee la obra teatral como lo hace.
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