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CRITICA
Por: PACO CASADO
Al igual que hay actores a los que los productores los encasillan dándole siempre el mismo papel que a base de mucho verlos resultan repetidos, en cambio otros tienen vocación de repetirse y más cuando se es su propio productor.
Algo de eso le ha ocurrido a Adam Sandler, un cómico que tiene vocación de hacer comedia, confesado por él mismo recientemente en San Sebastián, que amenaza con seguir en el mismo camino mientras pueda y le dejen, y al parecer lo será por mucho tiempo ya que desde que comenzó sus películas tienen éxito, aunque la mayoría de ellas no tengan el más mínimo interés y a veces ni siquiera resulten cómicas.
Precisamente la mejor de las suyas, 'Embriagado de amor' (2002), es la que posiblemente sea la que haya ido peor en la taquilla.
Aquí encarna a un arquitecto cuyo jefe le tiene constantemente ocupado y explotado, lo que hace que no tenga tiempo para estar con su familia, su guapa esposa y sus dos encantadores hijos.
Un día pide ayuda al cielo para solucionar el problema y se la manda en forma de ángel que le da un mando con el que poder manejar el tiempo a voluntad, hacer callar al perro, adelantar y pasar de los malos ratos o volver atrás para recordar algún momento de su pasado.
De momento se aprovecha de esas ventajas, pero pronto se dará cuenta que el mando le domina, que se ha hecho adicto a él y que se está perdiendo lo mejor de vida llegando demasiado pronto a viejo.
El argumento es previsible y aunque comienza en tono de comedia con algunos puntos divertidos, conforme avanza se va poniendo serio y sacando la moraleja consiguiente de dedicar más tiempo a la familia y hacer felices a los suyos con su compañía.
Adam Sandler repite su personaje de siempre acompañado de forma discreta en su corto papel por la guapa Kate Beckinsale y tal vez el mejor el veterano Christopher Walken. Podía haber sido peor, al menos resulta entretenida.
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