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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cada vez entendemos menos los caminos que en la actualidad ha tomado el cine de terror.
Las producciones se limitan a buscar una excusa argumental, una percha donde colgar la gran cantidad de efectos especiales que las nuevas técnicas y perfección de las mismas han logrado en estos tiempos que vivimos.
Aquí se trata de un genio del mal, procedente de la antigüedad, liberado de una vieja estatua que contiene una gema donde se encuentra oculto.
Tras tomar cuerpo se dedica a matar a cuantos se les ponen delante tras concederle tres deseos.
Hay momentos en que tan poderoso ser se ve impotente ante un simple guardia de seguridad que le impide el paso, por ejemplo, cuando aparece y desaparece cuando le viene en gana. Infantilismos de esta clase y otros defectos por el estilo le restan entidad a una película que se limita a ofrecernos sangre y muertes a raudales sin otro fin.
La única curiosidad es la inclusión en el mismo reparto de tres intérpretes característicos del género, famosos por los personajes interpretado en films precedentes, como son Robert Englund, el Freddy de 'Pesadilla en Elm Street' (1984), Tony Tood 'Candyman' (1992) y Kane Hodder el Jason de 'Viernes 13' (1980).
Su director es Robert Kurtzman, un experto en efectos especiales de cine de terror que se dedica a dirigir de manera funcional esta cinta producida por Wes Craven.
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