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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine ha hecho de Pigmalión que se convierta en una obra de teatro, después en una película y que el material de escena se ha fundido en la ancha y gran pantalla y la presencia corpórea se difumine y se convierta en imágenes.
Su autor George Bernard Shaw la escribió en 1912 y ganó el Premio Nobel en 1925.
Hay una versión británica anterior en cine en 1938 dirigida por Leslie Howard y Anthony Asquith, por la que el dramaturgo ganó un Oscar.
Sin embargo, debajo del aspecto cinematográfico, el alma de la golfilla y todo el aire teatral ha quedado vivo.
Cuenta la historia que un misógino y arrogante el profesor Henry Higgins, el más destacado experto en fonética inglesa de todo el imperio británico, apuesta con su amigo y colega, el coronel Pickering, experto en dialectos orientales, que él es perfectamente capaz de hacer pasar por una gran dama, en tan sólo seis meses, a cualquier arrabalera, únicamente educando su forma de hablar y de comportarse y presentarse en la alta sociedad.
Aceptada la apuesta, se escoge, al azar, el objetivo, que recae en Eliza Doolittle, una humilde, joven y zafia vendedora de flores del mercado de Covent Garden.
Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, los autores del musical han sido asimilados y en gran manera y se funden en el nuevo medio.
Pero todo lo que hay en el My fair lady del eminente dramaturgo irlandés Bernard Shaw no desaparece y pese al gran esfuerzo de producción, a los figurinistas, los decoradores, los músicos y el director, el fantasma de las bambalinas aletea por aquí y por allá.
La obra teatral ha estado en cartel desde el 15 de marzo de 1956 hasta ahora, cuyas canciones han obtenido el éxito por diversos medios, se han extendido por todo el mundo y ha sido traducidas a los distintos idiomas.
Sin duda que la versión teatral de My fair lady es una obra maestra y en cine tiene momentos exquisitos como corresponden al mundo creador de George Cukor, pero en fin de cuentas no hay que olvidar que proviene del escenario.
El tema de Pigmalión y Galatea, que es el autor de la obra, es el símbolo de la libertad y uno de los más bellos y ricos de toda la herencia griega.
Bernard Shaw lo minimiza encajándolo en un esquema ingenioso usado como mecanismo para satirizar a la sociedad inglesa de su tiempo.
Al pasar a los escenarios de Broadway logró una prestancia musical con una gracia en los diálogos que es uno de los mayores alicientes y encantos.
El cine a esta belleza auditiva, conservada intacta, ha añadido un tono de fantasía que alcanza su cumbre en el fabuloso momento de las Carreras de Ascot, en las que toda la escena es una verdadera maravilla, en una demostración de cómo la gran pantalla del Panavisión 70 mm. no es obstáculo para que tenga un dinamismo ejemplar.
'My fair lady' (1964) sobre todo deslumbra, en la estilización de una decadencia que resplandece en el vestuario de la nobleza.
En cambio, la pobreza es rechazada como material plástico.
George Cukor, sin embargo, se mueve mucho mejor y más a su gusto en la taberna, en el mercado, en la calle o en el puesto de las flores.
'My fair lady' (1964) es una gran producción que crea el ensueño, evade, distrae y asombra al espectador.
El director es un elemento más de toda la producción.
Audrey Hepburn, en general, es superada por Rex Harrison y Wilfrid Hide-White que están muy bien.
Alguna escena se alargan un poco en defecto de la totalidad.
En definitiva, la obra era esencialmente esquemática y el film lo es también, no obstante estamos ante un espectáculo de primera magnitud, de un valor estético que renuncia al efecto social, cien por cien burgués, lujoso, ameno desde la música al color con ciertos toques satíricos en una exhibición de lujo.
8 Oscars: película, dirección, fotografía, Rex Harrison, música, decorados, vestuario y sonido. Bafta a la cinta. Premio del CEC. David de Donatello a la producción extranjera, Audrey Hepburn y Rex Harrison. Globo de oro a la película, direcciona, Rex Harrison. Premio Laurel al film y Rex Harrison. Premio de plata de los periodistas mexicanos a Rex Harrison. Premio NBR. Premio de los críticos de Nueva York a la película y Rex Harrison.
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