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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cecil Blount De Mille fue uno de los directores más famosos de su época en Hollywood, y hoy a pesar de su muerte, su fama sigue perdurando en las pantallas del mundo entero y los públicos acuden a ver sus películas, porque todos saben que tienen garantizado el espectáculo.
Es cosa curiosa que se encuentran en esta cinta dos personalidades ya fallecidas, De Mille por un lado y Gary Cooper por el otro, ambas figuras que en su tiempo su solo nombre llevaba dinero a las taquillas.
A pesar de su antigüedad la película, como tal espectáculo que es, sigue teniendo vigencia.
De Mille tenía su forma de hacer cine y aunque en algunos momentos se comporta como un mero artesano que ha aprendido el oficio y que lo realiza con dignidad según los medios que tenía a su alcance en aquellos momentos, no cabe duda que a la hora de llegar a lo espectacular la película sube de nivel y aumenta el interés.
Y a decir verdad no se podía pedir más a una producción de los años cuarenta, cuando aún Hollywood se encontraba en el 'star system' y en el que todo se hacía cara a la estrella, y ésta frente a un público que mantenía una industria, la más poderosa de su época.
Es indudable que Gary Cooper aporta en este sentido bastante al largometraje.
Su sola presencia es destacable por la prestancia y seguridad que imprimía a cuantos papeles interpretaba, y este no iba a ser menos.
Destaca también el dominio del color, bastante logrado por su exactitud y nitidez en algunas escenas.
En resumen, una película que se puede volver a ver aunque sea tan solo por recordar los buenos momentos que nos hizo pasar en nuestra niñez y por completar la filmografía de un destacado director de Hollywood.
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