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CRITICA
Por: PACO CASADO
Realmente viendo el conjunto de cintas que rodaron los cineastas brasileños de la década de los años sesenta se logra una verdadera visión de conjunto, un retrato del pueblo de Brasil en sus zonas rurales y populares.
Porque los Elson Pereira dos Santos, los Glauber Rocha, los Roberto Farias o este Roberto Santos lograron en verdad acercarse a esas formas de vida auténticas, a ese sincero retrato de la manera de vivir de las gentes a través de unas películas que, mejores o peores según el caso, siempre tuvieron un hálito de verdad y realismo.
Eso ocurre también en "La hora y la vez de Augusto Matraga", historia de la reconversión radical de un hombre caído de un círculo egoísta a un reencuentro consigo mismo, a través de una experiencia de signo religioso, de raíces contradictorias y difícil puesta en práctica.
Se llega así al elemento religioso popular tan caro a la temática del cine de Brasil, plasmado en este caso en la contradicción de este hombre que quiere lograr la paz y la humildad y es incapaz de tener siquiera al pronunciar las frases de constricción.
Su itinerario vital, por otra parte, será una pura contradicción, pasando de una toma de postura a otra, de una no-violencia a un activismo directo.
Cine de sugerencias, exagerado si llega el caso, vital siempre, con una carga de violencia justificada y su ritmo lento o rápido según las secuencias, no es una cinta totalmente lograda si de las punteras en el movimiento, pero tiene el tono épico y la fuerza de toda esta estética de la violencia de este arte del subdesarrollo tan representativo del cine brasileño.
Con unos actores que luego se harían conocidos, con una buena fotografía y un doblaje poco adecuado al español.
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