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CRITICA
Por: PACO CASADO
El director James Wan, nacido en Malasia pero criado en Melbourne, debutó con 'Stygian' (2000) y después hizo 'Saw' (2004), una película de terror que llamó la atención por su originalidad, pero a la que le hicieron flaco favor las secuelas que se rodaron a continuación. Para la tercera insistió en el mismo género con Silencio desde el mal (2006), que era más vulgar.
Para su cuarto film cambia de género y se pasa al thriller y para ello se basa en una novela de Brian Garfield, escrita en 1975, en la que nos da la impresión de que el autor lo que hace es repetir el mismo esquema, con ligeras variantes, de su anterior novela El justiciero de la ciudad, que también fue llevada al cine en su día.
Aquí se cuenta la historia de Nick Hume, un buen padre de familia, con dos hijos.
A la vuelta de un partido de hockey con Brendan, el mayor, paran en una gasolinera y éste es asesinado brutalmente en su presencia por Joe, el más joven de unos pandilleros al que identifica, pero no acusa durante el juicio quedando en libertad por falta de pruebas, ya que ha decidido tomarse la justicia por su mano.
Si algo tiene de interés este thriller es su primera parte con el vuelco que da esta familia, la catarsis y el sufrimiento de los miembros que quedan vivos y el acoso posterior a que se ven sometidos a raíz de la venganza, que es siempre mala consejera.
En la segunda parte da un giro radical y cuando se desata la violencia aparece el James Wan de 'Saw', título al que recuerda también por el tono de la fotografía, que no escatima excederse en los más brutales procedimientos en esa lucha a muerte.
El tema no es nuevo por ser eterno y está bien rodado aunque con algunos momentos poco creíbles pero con un trabajo eficaz de Kevin Bacon sobre el recae el mayor peso de la cinta.
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