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CRITICA
Por: PACO CASADO
Al cine inglés también le ha llegado la hora de adaptar sus éxitos televisivos a la gran pantalla o es que se trata de dar carpetazo a la serie de Mr. Bean cerrando con un largometraje.
Parte de ambas cosas hay en esta comedia que tiene al más célebre personaje de las series británicas, popular en 94 países, que ha sido capaz de vender 7 millones de videos y más de un millón de libros de lo mejor de sus aventuras. Algo debe tener el agua cuando la bendicen.
En su pase al cine, Bean (significa judía), que no es más que un niño de 10 años con cuerpo de hombre, ha modificado en parte su personalidad. Habla algo y se relaciona con los demás de una forma casi normal.
Sigue siendo un poco egoísta, gesticula mucho y es experto en crear problemas en situaciones cotidianas, tiene un trabajo como bedel en la Royal National Gallery de Londres y posee algunos sentimientos, cierta responsabilidad y hasta sentido de la culpabilidad.
De todas formas no es lo mismo hacer un corto episodio televisivo que un largometraje de hora y media en donde hay una acción continuada, aunque sea a través de un mínimo argumento, lo que hace que la película a veces tenga algunos baches de interés o que el público se harte un poco de ver seguidas tantas tonterías como lleva a cabo el protagonista.
El bedel de la citada galería es enviado como experto en arte, por alejarlo una temporada, y origina los cataclismos acostumbrados en él, algunos llevados a situaciones extremas que resultan increíbles, hasta para una comedia tan excéntrica como ésta.
Nos recuerda en algunos momentos a Jacques Tati, en su mutismo y despistes, o al desastroso inspector Clouzot en otros aspectos. El film posee gags divertidos que provocan la hilaridad en el público asistente y que tienen verdadera gracia, lo que hace pasar un rato entretenido.
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