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CRITICA
Por: PACO CASADO
Mucho esperábamos de este título dirigido por Robert Aldrich, porque desde que vimos "El último atardecer", este director americano nos terminó por interesar y captar totalmente nuestra atención, que ya había sido despertada con títulos como "Veracruz" o "Apache".
Casi se puede decir que hemos visto nacer su carrera, que ha sido seguida casi completa o al menos con todo lo que ha llegado a las pantallas españolas, aunque no obstante hay aún obras suyas, de las más interesantes por llegar a nuestra patria.
Con "Canción de cuna para un cadáver" Aldrich nos ha vuelto a convencer. Por su estilo de concebir el film, por la manera de planificar, es un realizador que hace un cine distinto, siempre joven, en el que se advierte quizás algunas influencias del gran maestro Orson Welles.
Aldrich no se limita a plantar la cámara a la altura de los ojos y hacer desfilar las situaciones por delante de la misma, no. Busca el ángulo adecuado, crea un clima, un mundo, un ambiente y después le da el soplo de vida de su inspiración, colocando unos personajes vivos, animados de un espíritu a la vez que real, extraño y atormentado.
Vida que surge del impulso del que dota a los actores, de la fuerza que ellos imprimen a la interpretación y creación de sus tipos, porque generalmente son actores y actrices de carácter los empleados por este director; vida que sale de su cámara que busca en el alma de los personajes y de las situaciones hasta sacarles el último álito de aliento, de expresión, del rostro, del ser.
Por su ambiente nos ha recordado esta cinta, como hemos dicho antes, a Orson Welles y su película "The magnificen Ambersons", al igual que por la forma de hacer y de contar.
La película está casi perfectamente planteada.
Tras una situación inicial que nos da pie para la historia sobre la cual se va a basar toda la cinta y tras bastantes minutos de película llega el punto álgido de la tensión para introducir los títulos de crédito y dar un margen de respiro al espectador.
Después y tras cambio de fecha, inicia nuevamente la marcha ascendente, lenta, tranquila, dándole el reposo necesario para ir matizando personajes, situaciones y provocar la reacción final de todos ellos y la justificación de sus conductas, un poco imprecisas en la primera impresión.
Y junto con esta lentitud las crestas de subida de tono que dan la emoción y el suspense a la historia muy bien dosificada a lo largo de su contexto formal.
Aldrich ha creado una buena película en uno de los géneros más difíciles de conseguir, como es el del terror, sin caer en el tópico y ligándolo con una interesante anécdota policiaca bien llevada.
Y en todo este mundo creado por Aldrich de luces y sombras, de decorados a tono con la época, deambulan unos personajes con vida propia, encarnados en unas grandes figuras del cine americano de todos los tiempos.
Bette Davis sobresale junto a Olivia de Havilland, convenciendo en todo momento y sin olvidar la portentosa interpretación de Agnes Moorehead en el papel de Velma.
Buena fotografía y música.
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