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CRITICA
Por: PACO CASADO
La carrera de un autor en su línea más trascendente no empieza siempre cuando uno lo desea, ya que muchas veces ha de adaptarse a las circunstancias.
Así ocurrió con el bilbaino Pedro Olea, que tras ser un brillante alumno salido de la Escuela Oficial de Cinematografía en la misma promoción que el desaparecido Claudio Guerin (fueron los dos únicos ese año) con su película "Anable", hizo varios films mediocres, sin interés, algunos de los cuales aún no se han estrenado y dudamos que lo hagan.
Pero un buen día se detuvo Pedro en esta carrera que no conducía a ninguna parte y se propuso producirse su propia película. Acertó al llevar a la pantalla "El bosque del lobo", cinta que tras triunfar rotundamente en la Seminci de Valladolid, le abrió las puertas para poder seguir un camino recto en los propósitos que él siempre se había forjado.
La cinta fue premiada en Valladolid y también por el Sindicato Nacional del Espectáculo y su protagonista, José Luis López Vázquez, logró el premio de interpretación en el Festival de Chicago.
Por eso decimos que "La casa sin fronteras" supone su segunda película de importancia, que sigue en la línea trazada y en la brecha de conseguir nuevos términos.
Su argumento es original y gira en torno a ciertas organizaciones secretas, que se mueven en un mundo muy próximo al de Franz Kafka.
El relato del mexicano José Agustín ha sido bien captado por Olea y Porto, su guionista también en "El bosque del lobo", consiguiendo intrigar al espectador que pronto se mete en el juego compuesto por guionistas y realizador.
La sin par aventura no conduce a ninguna parte, pero da pie para que, dentro de las limitaciones que implica el hacer cine en nuestro país, se ensayen unos modos y forma de pasar en imágenes con estilo y buenas maneras este relato.
La ambientación está muy lograda y saca buen partido de la ciudad natal del realizador, con matizaciones agudas en el personaje, lo que no evita que el relato algunas veces peque en exceso de una estructura quizás demasiado literaria, que hace que se produzcan algunos hechos y alargamiento de situaciones sometidas al texto y por su forma narrativa concebida para el papel.
El buen aficionado comprenderá fácilmente que es una película con sus defectos, no muy abultados, algunos apuntados anteriormente, pero que también es a la par un cine que es preciso defender y apoyar, ya que no son muchos los realizadores en nuestra patria que se atreven a hacer un cine con estas cualidades como las que le otorga Pedro Olea, quien parece ser un apasionado lector de la literatura hispanoamericana, ya que tras su film "No es bueno que el hombre esté solo", ya estrenada en otras capitales, quiere llevar a la pantalla otro relato de un autor sudamericano.
Una notable fotografía de Luis Cuadrado que nos gusta más en exteriores que en interiores y una ajustada banda sonora creada por Carmelo Bernaola.
En el capítulo de actores todos muy bien en sus respectivos papeles, sobre todo los dos protagonistas.
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