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CRITICA
Por: PACO CASADO
Isaac Rabin, Primer Ministro de Israel, fue asesinado vilmente a sangre fría por tres disparos que le propinó Yigal Amir, un joven estudiante extremista, el 4 de noviembre de 1995, un fanático sionista en el centro de Tel Aviv tras el transcurso de un mitin multitudinario, al término del mismo, al ir a entrar a su coche, ante la sorpresa de la policía que hacía guardia que no había previsto adecuadamente los mecanismos de seguridad ante un posible atentado. Tenía 73 años y estaba en posesión del Premio Nobel de la Paz de 1994. En los días previos había habido manifestaciones en contra del gobierno de Rabin.
El director israelí de 'La tierra prometida', Amos Gitai demuestra que su cine está plenamente vigente a la hora de hacer este documental, con un material excesivo, en el que se mezcla lo rodado de ficción con las escenas reales sacadas de los noticiarios televisivos y otras de archivos, sobre las horas previas al atentado, su rápido traslado al hospital donde se produjo su muerte a poco más de media hora de su llegada a pesar de la urgente intervención de los cirujanos, al que imprime una fuerza vigorosa en las imágenes que causan un gran impacto en el espectador.
Es el lamentable suceso de un político que luchó de forma denodada y enérgica por lograr la paz entre Israel y Palestina que le llevó a este triste y fatal desenlace y a acabar con la esperanza de paz entre los dos territorios de judíos y palestinos hasta hoy.
Amos Gitai, sionista declarado, hace con esta película una denuncia del sionismo radical en la que la figura principal es la del presidente israelí que acercó las posturas para lograr la paz pero que desgraciadamente no logró finalmente su objetivo truncado por el terrorismo.
El film no solo recoge estos lamentables hechos sino también la posterior investigación de la policía e incluso las declaraciones de testigos que presenciaron o tuvieron algo que ver con ello así como la captura del cínico asesino que así se muestra en sus declaraciones convencido de que había hecho lo que intentó varias veces, y que otros no se atrevieron a llevar a cabo movido por el fanatismo nacionalista y religioso de su fe.
En este sentido el guión es exhaustivo, lo que provoca cierto cansancio en el espectador debido al excesivo metraje de la cinta, de dos horas y media largas, que se detiene demasiado en algunos hechos hasta hacerse lenta y repetitiva, que de haber sido contada esta misma historia por el cine americano en lugar de un documental hubiera hecho un thriller interesante y más corto de duración, pero ahí están las diferencias de una cinematografía como la israelí con la americana.
Musa de oro y premio de los derechos humanos en el Festival de Venecia.
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