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CRITICA
Por: PACO CASADO
Sharunas Bartas es un experimentado cineasta lituano que ha tocado varias teclas en el cine, desde la fotografía, al guion, la interpretación y la dirección, aspecto este último en el que lleva ya ocho largometrajes en su haber, siendo el que comentamos y que ha participado por su país en el Sevilla Festival de cine europeo, el último de los realizados hasta la presente fecha, tras haber concurrido en la Quincena de realizadores del Festival de Cine de Cannes 2015.
Un maduro viudo se marcha a una casa que tiene en el campo a pasar unas breves vacaciones o fin de semana, en compañía de su hija adolescente y con una desequilibrada violinista que ha abandonado un recital en plena interpretación muerta de risa, con la que tiene una relación.
Sus vecinos son una familia de un matrimonio ya mayor, de aspecto pueblerino y poco ilustrados, que se llevan como el perro y el gato, entre los que hay maltrato físico por ambas partes, lo que será motivo para un suceso casi al final de esta historia.
La acción se desarrolla en un verano, que no acaba de finalizar, durante cuya estancia campestre del trío protagonista se producen algunos hechos, como el de unos cazadores a los que le ha desaparecido un valioso rifle con mira telescópica que ha robado un joven al que busca la policía, con el que en algún momento de esta historia la hija adolescente contacta con él permaneciendo en silencio a este respecto.
El director lituano Sharunas Bartas trata de completar sus propios problemas personales con un cierto toque en la forma de llevar a cabo este relato que, según algunos, les recuerda al cine del insigne Ingmar Bergman, algo que no acabamos de ver por ningún lado, como no sea en la forma parsimoniosa de llevar a cabo la narrativa, que se recrea con bastante frecuencia en la naturaleza y en planos largos que se podían haber acortado aligerando así un metraje que se hace algo moroso, porque la anécdota a contar nos parece demasiado corta y además apenas pasa nada entre los pocos personajes que la viven, como para que entusiasme a la audiencia que se puede recrear en la belleza de los planos bien elegidos que, aparte de ellos, tiene interés las relaciones que se producen entre los componentes de este triángulo, especialmente las que se producen padre e hija y una mujer que aparece sin anunciar que nos da la impresión de haber tenido alguna relación anterior con él, algo que no se acaba de aclarar.
Este es uno de los defectos del guion, que nos presenta a los personajes de un plumazo pero se olvida de contarnos algo más aparte de lo que podemos ver en la pantalla por lo que no están muy bien definidos.
Curiosamente entre el elenco interpretativo figura Katia Golubeva, que es la hija en la vida real del actor, director y guionista en este caso, Sharunas Bartas.
Desde luego la cinta es de lo más divertida para una tarde de domingo, aunque los buenos aficionados pueden disfrutar con los aspectos fílmicos para no aburrirse.
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