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CRITICA
Por: PACO CASADO
La mezcla de géneros en el cine es un poco imprevisible, como se demuestra en esta película que comienza siendo un cuento moderno con una travesura infantil, sigue como un thriller, una road movie y acaba como una sangrienta comedia negra con final inesperado de serie B.
Dos chavales de diez años, Travis y Harrison, encuentran un coche de policía en un paraje campestre aparentemente abandonado, con las llaves puestas y deciden montarse para dar una vuelta.
El problema es que pertenece al Sheriff Kretzer, del ficticio condado de Quinlan, un hombre corrupto, que es un auténtico psicópata que pronto, al descubrir la desaparición de su vehículo, en el que algo grave tiene que ocultar, se lanza en una frenética persecución de los dos chicos.
Esto no será más que el inicio de un tortuoso y desesperado juego del ratón y el gato en el que la única salida será darle al acelerador y conducir tan rápido como les sea posible.
La historia se le ocurrió al director norteamericano Jon Watts tras tener una pesadilla recurrente desde su niñez, en la cual robaba el coche de su madre en compañía de su mejor amigo, y no ha parado hasta verla plasmada en cine tras haberse dedicado con anterioridad a hacer videos musicales y debutar en el largometraje con 'Clown' (2014) siendo éste su segundo titulo que dirige en solitario que, tras ser estrenado en el Festival de cine de Sundance, le ha valido como carta de presentación para mayores empeños.
Este sencillo film de corte independiente, producido por Kevin Bacon, que asume también el coprotagonismo del mismo en compañía de los dos niños, ha recorrido un buen número de festivales americanos, de Canadá e incluso europeos de Italia, Francia, Portugal y España, entre otros.
Los primeros quince minutos de esta cinta corren a cargo exclusivamente de los dos pequeños que caminan por el campo retándose a decir tacos y encuentran un motivo para correr una aventura en el coche del sheriff, hasta que éste entra en su búsqueda de forma desesperada al no tener la conciencia tranquila con su delictiva conducta con unos traficantes.
El guion tiene la virtud de la síntesis, de contar la historia en los minutos precisos, sin alargarla innecesariamente en ningún momento.
Lo que parece que va a ser una película infantil pronto el guion, escrito en dos semanas, se convierte en los metros finales en un sangriento thriller con más acción que diálogos que resulta bastante ágil, visual y conciso en este sentido.
El personaje adulto protagonista de este modesto film de bajo presupuesto está encarnado por Kevin Bacon que hace de un violento policía, oscuro y trastornado, al que le presentan una excelente réplica los dos pequeños actores a pesar de su inexperiencia, Hays Wellford y James Freedson-Jackson, con bastante naturalidad y desenvoltura en sus cometidos ante las cámaras.
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